Nada en Ti pudo la serpiente aleve, en Ti no se posó la noche oscura, tu seno no manchó la arcilla impura de la culpa ni por instante breve. Tu alma está llena de la brisa leve de la virtud astral, de la frescura del ósculo de Dios, que en tu clausura matinal, nuestra pobre sangre bebe. Eres honor de nuestro pueblo y gloria, orgullo y prez de nuestra raza humana, ¡oh limpia, oh santa, oh pura, a toda hora! Por Ti cantamos himnos de victoria, y nuestra sed de salvación no es vana, ¡oh, del Liberador frutal Aurora!
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