EL CONTACTO CON JESÚS DEBE HACERNOS MEJORES CRISTIANOS
Por Gabriel González del Estal
1.- Jesús levantó los ojos y le dijo: Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa. Él se dio prisa en bajar y le recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: ha entrado a hospedarse en casa de un pecador. Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más. Jesús le dijo: Hoy ha sido la salvación de esta casa. El ejemplo de Zaqueo es bueno para que todos nosotros lo meditemos. Nuestra relación con Jesús nunca puede reducirse a algo exclusivamente afectivo y oracional; debe cambiar radicalmente nuestro comportamiento. Una buena relación con Jesús implica siempre una buena relación afectiva y social con nuestro prójimo. Con los más cercanos, dentro de nuestra propia familia, y con todas las personas con las que, por las circunstancias que sea, nos relacionamos. Si realmente los cristianos nos relacionamos religiosamente con nuestro Maestro, eso deben notarlo, socialmente, todas las personas que nos conocen. Si todos los cristianos actuáramos como actuó Zaqueo, los cristianos seríamos un fermento de cambio grande en el mundo en el que vivimos. Es triste que a los cristianos, el mundo sólo nos identifique cuando nos ve entrar o salir de la iglesia. Estamos cansados de oír que Jesús tenía preferencia por los pobres, pecadores y personas excluidas. Y es que Jesús sabía muy bien que su contacto con pecadores y personas marginadas les cambiaba la conducta. Jesús, que, necesariamente, quería que todos fuésemos justos, amaba a los pecadores precisamente para que dejaran de serlo. Así debemos entender las parábolas de la oveja perdida y del hijo pródigo, entre otras. En este domingo hagamos nosotros el propósito firme de entrar en contacto con personas alejadas de la religión cristiana y de toda práctica religiosa. ¡La Iglesia en salida! Sin dejar, por supuesto, de tener una relación cordial y diaria con nuestra parroquia. ¡Que nuestro contacto con Jesús mejore el mundo en el que nosotros vivimos!
2.- Señor, el mundo entero es ante ti como un grano en la balanza, como gota de rocío mañanero sobre la tierra. Pero te compadeces de todos, porque todo lo puedes y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste… Les reprendes y les recuerdas su pecado para que, apartándose del mal, crean en ti, Señor. Este bello texto del libro de la Sabiduría pone al ser humano en su sitio, respecto a Dios. Ante Dios, nosotros no somos más que polvillo de balanza, rocío mañanero. Pero nuestra pequeñez no es ningún obstáculo para que Dios nos ame, porque nuestro Dios “ama a todos los seres y no aborrece nada de lo que hizo”. También debemos interpretar nuestra pequeñez y nuestras inmensas limitaciones precisamente para creer más en Dios y para tratar de ser mejores hijos suyos. Debemos admirar y agradecer la grandeza de nuestro Padre Dios y, en nuestros momentos malos, saber que Dios no nos va a abandonar nunca, porque nos ama pequeños como somos. Nuestra confianza en la grandeza de Dios nos anima a ofrecerle nuestra debilidad, porque Dios nos ama.
3.- A propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, os rogamos que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por alguna revelación, rumor o supuesta carta nuestra, como si el día del Señor estuviera encima. Yo creo que los cristianos de este siglo XXI ya no estamos alarmados, esperando que la segunda venida vaya a ocurrir de un momento a otro, como les ocurrió a los primeros cristianos de Tesalónica después de recibir la primera carta de San Pablo. Limitémonos, pues, a “pedir a Dios que nos haga dignos de nuestra vocación y con su poder lleve a término todo propósito de hacer el bien y la tarea de la fe”
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