La luz de Dios a María
Rafael Ángel Marañón
La luz de Dios brilló en tu santa frente
Y tu boca trocó en brasa dorada,
Tu cuerpo casto, y mente preparada
Para el milagro del Cristo ya inminente.
Te entregaste a Dios sin condiciones
En ciega confianza y puro empeño,
No te hiciste propósito halagüeño
Habiéndote anunciado nubarrones.
Callada marcha hacia otra aldea
A donde en sacro celo dirigía,
Del ángel del Señor la profecía,
En la fiel y fogosa Galilea.
Y cuando su parienta la saluda,
Palpita el noble ser que hay en la entraña
De Isabel; la bendice, y esta hazaña
De Dios en dos mujeres se realiza.
Quiso Dios darle pruebas a María,
Pues era largo y duro su camino
Detrás del que aun nonato, era divino
Y al que en su soledad le seguiría.
¡Nadie afirme o valore tal portento!
Que no alcanzan los humanos las razones
Profundas con que Dios reparte dones,
De que abunda en su entraña y sentimiento.
Dos seres nacerán para el servicio
Del pueblo que su Dios quiere salvar
De dura esclavitud, y levantar
Nuevo pueblo al que dar vida, nutricio.
Jesús y Juan, los dos que, aun no nacidos,
Por su pueblo y linaje reprobados
Toman en sí el censo de pecados
De los hombres de cuerpo y alma heridos.
Esa es la voluntad del Dios del Cielo
Dos madres que entregan al creador
Sus hijos para que obren la labor
Que estaba en su propósito y su celo.
¡OH, Dios clemente! ¡OH, féminas benditas!
Milagro de bondad y de ternura
Mujeres que emprendieron la aventura
De dar a Dios respuesta a su visita.
¡Amor de Dios que no conoce muro!
Que tiene la herramienta preparada
En la madre y el hijo concordada,
Librando así al humano de su apuro.
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