En el celeste amparo
Rafael Ángel Marañón
En el Celeste reino de la sustancia leve
Contemplo tu semblante pacífico y luciente,
De santa paz bendita, iluminada frente,
Y un halo nacarado como la blanca nieve.
La paz es ya perfecta, no cabe la plegaria
Pues en tu nube azul, en tu divino Cielo;
No rigen los talantes de este alocado suelo,
Ni se escuchan gemidos, ni hay alma solitaria.
Ya todo es calma azul, es un nimbo de fuego
Fulgente junto al trono divino que radiante
Tu gloria corrobora, y tú, María, no obstante
No puedes resistirte a nuestro triste ruego.
¿Y puede ser que el Cristo se abaje a nuestro barro;
Tan grande majestad se avenga a acompañarnos,
Que baje de su trono y muera por salvarnos,
Y el Cielo, por nosotros, sufriera tal desgarro?
¡Oh divina ventura! ¿Oh santa compasión!
¡Oh mi Cristo bendito! ¡Oh bendita María!
Que santos y obedientes, en la sabiduría
Del Padre confiasteis, por nuestra salvación.
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