ENCUENTRO CON DIOS Y CON LOS HERMANOS
Por José María Martín OSA
1.- Tiempo de encuentro con Dios. Decimos que la Cuaresma es un “tiempo fuerte”. Pero no tiene sentido por sí misma, porque solo puede entenderse como “camino hacia la Pascua”. Son 40 días en los que ascendemos al monte santo de la Pascua. Merece la pena que emprendamos este camino con ánimo y confianza. Nuestra condición humana y temporal nos ofrece la oportunidad de ir marcando el paso del tiempo con estos días señalados. Ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación, nos dice San Pablo en la segunda carta a los Corintios. No es un tiempo triste, porque nos conduce a la alegría del triunfo de Jesús sobre todo aquello que está lleno de muerte. Dios nos llama al desierto también a nosotros para subir esta escalada cuaresmal que nos conduce al triunfo pascual. El don de la gracia que nos regala Jesucristo nos permite vivir y reinar. Es un derroche de amor de Dios con nosotros... No echemos a perder la gracia de este tiempo propicio para salir al encuentro de Dios.
2.- Oración, ayuno y limosna. En el evangelio de Mateo, Jesús nos ofrece tres herramientas para renovar nuestro seguimiento de Jesús: la oración, el ayuno y la limosna. ¿Cómo y cuándo será mi oración? ¿De qué cosas ayunaré este año? ¿Qué gesto de amor haré en favor de mis hermanos, en especial de los más necesitados? La mejor manera de orar es hacer que la Palabra de Dios esté presente en nuestra vida. Necesitamos buscar momentos de silencio, de desierto interior, para encontrarnos con Dios. ¿Cuál es el ayuno que Dios quiere? Podemos ayunar también de todas las cosas que nos hacen perder el tiempo y disminuyen nuestra libertad: ayuno de televisión, de Internet, de tabaco, de materialismo…. La austeridad y el despego de las cosas materiales son un síntoma de que estamos en el camino del Evangelio. La palabra limosna está un poco devaluada. No se trata de dar unas monedas para tranquilizar nuestra conciencia sin saber a quién se la damos ni si le hacemos bien al dárselas. Se trata de tener un espíritu solidario, de compartir lo que tenemos con los más necesitados. En tiempo de crisis y paro laboral Dios nos hace una llamada especial. Nuestra Cuaresma habrá merecido la pena si nos hace más compasivos y sensibles ante la miseria ajena.
3.- “Cambio de mente y de corazón”. La Cuaresma nos hace una llamada a la conversión, que es una “vuelta sobre nosotros mismos. Es pararse para evaluar y reorientar nuestra vida. Si estamos alejados del plan de Dios, hemos de volver nuestros ojos hacia el Señor. La penitencia externa y la ceniza pueden ayudarnos, pero lo que importa de verdad es que se produzca en nosotros una auténtica “metanoia”, es decir un cambio de mente y de corazón. Si nos encontramos perdidos, insatisfechos, desanimados o vacíos es que nos falta algo. Es muy acertada la frase que se pronuncia sobre nosotros al recibir la ceniza: “Conviértete y cree el Evangelio”. Aquí está la clave: creer en el Evangelio y vivir el Evangelio, transformar nuestra vida según los criterios de Jesús de Nazaret. Es posible, estamos a tiempo…Que el signo penitencial de la ceniza sea expresión de nuestro deseo de acercarnos al Señor y a los hermanos.
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