LA RESPONSABILIDAD DE SER ESTRELLA
Por Gabriel González del Estal
1.- Hemos visto salir su estrella y salimos a adorarlo. Para nosotros, los cristianos, Jesús es la estrella que nos guía por los caminos de este mundo hasta el encuentro con el Padre. Esto lo sabemos y ya lo hemos dicho aquí muchas veces. Pero ahora no voy a referirme a la Estrella, sino a las muchas estrellas que, en nuestras vidas diarias, desde que nacemos hasta que morimos, nos guían y nos orientan. No me refiero, claro, a las estrellas del cielo, sino a las más cercanas estrellas de la tierra. En circunstancias normales, para los niños las primeras estrellas que les alumbran y les guían son, sin duda, sus padres. Los niños nacen teniendo ya unos padres determinados, no al revés. No son los niños los que eligen a sus padres, sino que son los padres los que deciden tener, o no, a los hijos. De ahí la inmensa responsabilidad de ser padre. Los niños nacen dejándose manejar y guiar por sus padres. Es una ley de la naturaleza y nadie podrá sustituir a los padres en la tarea de educar a los hijos en los primeros años de la vida. Otras personas podrán ayudarles, pero nunca sustituirles. Esto, claro, en circunstancias normales, porque excepciones siempre las habrá. Cuando los niños se hacen ya mayorcitos empiezan a buscarse, más o menos libremente, otras estrellas que les guíen, al lado o al margen de sus padres. Suelen ser los amigos y amigas, los educadores, los medios de comunicación, la calle. La mayor parte de los que trabajamos en esta hoja de <Betania> somos educadores o padres de niños. Nuestra responsabilidad es grande, porque, queramos o no, podemos ser luz o estrella para algunas personas. Una luz muy pequeñita, pero, al fin y al cabo, luz. La estrella que guio a los Magos les condujo hacia Jesús; nosotros, ¿hacia dónde guiamos a las personas que buscan en nosotros orientación y guía? La responsabilidad de las estrellas es siempre grande, aún en lo pequeño. Debemos aceptar nuestro papel, y nuestra responsabilidad, de estrellas, sabiendo, eso sí, que como estrellas sólo podemos orientar, no forzar. La estrella aparece para orientar, no para arrastrar. Como la estrella de Belén.
2.- También los gentiles son coherederos. La estrella de Jesús, la estrella de Dios, quiere iluminar a toda persona que viene a este mundo. Jesús no fue entonces sólo de los judíos, como ahora no es sólo de los católicos. La luz del evangelio es una luz universal, católica; el sol de Jesús sale cada mañana sobre buenos y malos, indistintamente. La Epifanía es la fiesta de la universalidad de la Iglesia de Cristo, su manifestación al mundo entero. Somos cada uno de nosotros los que tenemos que decidir en cada momento si queremos, o no, dejarnos iluminar por la luz de Cristo. Sin distinción de lenguas, razas, sexos, o economías. Así lo predicó siempre San Pablo y bastantes disgustos y persecuciones le costó esta defensa de la universalidad de la Iglesia de Cristo. En este día de la Epifanía del Señor agrandemos nuestro corazón cristiano, para que puedan caber en él todas las personas de buena voluntad. Todos somos, potencialmente, coherederos de Cristo. No recortemos, con actitudes exclusivistas, o xenófobas, las alas universales de la Iglesia católica de Cristo.
3.- Abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos. Hoy es también el día de los regalos. Es una tradición bonita y muy cristiana: regalar a alguien amor y amistad. Que el regalo sea, por encima de cualquier otra consideración, sólo, o preferentemente, eso: regalar amistad y amor. Podremos necesitar algunas otras cosas, pero lo que todos necesitamos es amar y ser amados. Convirtamos la fiesta del regalo en la fiesta de la amistad y del amor.
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