¡Gracias, María!
Beato Hno. Rafael Arnáiz Barón, Trapense
“¡María!, cuántas cosas dice esa palabra... iSi yo
supiera escribir!, no sabría acabar. Esta noche
quiero ponerte dos letras y expansionarme un
poco hablándote de la Señora.
Es tan hermoso y tan consolador el cariño a la
Virgen, que me dan pena los que no la conocen,
los que no la quieren, aunque no sea más que un
poco... y, sin embargo, querido hermano, «lónde
se halla el cristiano, por tibio que sea, que no
se acuerde en algún momento de su vida de la
Virgen María?
Todos, todos llevamos dentro algo que, después
de Dios, sólo María puede comprender y
puede consolar... Ese algo es criatura, ese algo
es necesidad humana, es cariño, a veces dolor...
Es ese algo que Dios puso en nuestras almas, y
que las criaturas no pueden llenar, para que así
busquemos a nuestra María... María, que fue
Esposa, que fue Madre, que fue Mujer... ¿Quién
mejor que Ella para comprender, para ayudar,
para consolar, para fortalecer?
¿Quién mejor que María, la Santísima Virgen,
para refugio de nuestros pecados, de nuestras
miserias?
iQué bueno y qué grande es Dios que nos ofrece
el corazón de María como si fuese el suyo! iQué
bien conoce Dios el corazón del hombre, pequeño
y asustadizo! ¡Qué bien conoce nuestra miseria,
que nos pone ese puente..., que es María! [Qué
bien hace el Señor las cosas!
IAh, si supiéramos amar a la Virgen, si comprendiéramos
lo que significa para Jesús todo el
amor que podemos ofrecerle a la Virgen! Seríamos
mejores, seríamos los hijos predilectos de Jesús.
No sé si diré algo que no esté bien. Que Ella no
me lo tome en cuenta y que Dios me lo perdone,
pero creo que no hay temor en amar demasiado
a la Virgen ... Creo que todo lo que en la Señora
pongamos, lo recibe Jesús ampliado ... Yo creo que
al amar a María, amamos a Dios, y que a Él no
se le quita nada, sino todo lo contrario.
Es algo difícil de explicar, érne entiendes? Pero
mira, écómo no amar a Dios al poner nuestro
corazón en lo que Él más quiere? éCómo no
amar a Dios, viendo su infinita bondad que llega
a poner como intercesora entre Él y los hombres,
a una criatura como María, que todo es dulzura,
que todo es paz, que suaviza las amarguras del
hombre sobre la tierra poniendo una nota tan
dulce de esperanza en el pecador, en el afligido...
Que es Madre de los que lloran. Que es Estrella
en la noche del navegante. Que es..., no sé..., es
la Virgen María?
¿Cómo no bendecir, pues, a Dios con todas
nuestras fuerzas al ver su gran misericordia para
con el hombre, poniendo entre el cielo y la tierra,
a la Santísima Virgen?
¡Cómo no amar a Dios teniendo a María!
¡Ah, hermano, es algo en que el alma se pierde...
No comprende. Sólo le queda un recurso para
no enloquecer... y es amar mucho; vivir arrebatado
en amor a María, la Madre de Dios, la
Virgen llena de gracia. La que nos ayuda en la
aflicción cubriéndonos con su manto azul. La que
en la tierra nos ayuda, para darnos luego en los
cielos a su Hijo Jesucristo. La que es bendita y
ensalzada por todos los coros celestiales. La que
en la Trapa amorosamente sonríe cuando algún
frailecillo llora.
¿Qué más te he de decir? éQuién soy yo para
cantar las bellezas de María?
.Nadie, ya lo sé. Pero no importa, cuando cogí'
la pluma me propuse hablarte de la Señora; recordarte que
... -¡qué pretensión!- en los cielos está María, nuestra Madre...
¡Ah, si yo tuviera las palabras y el corazón de
David, al mismo tiempo que tener mi fortaleza
en Jesús, tendría mis debilidades en María... mi
torre murada en Dios, mis consuelos en María
(Sal 18,2-3).
Tú dices muchas veces «todo por Jesús», ¿por
qué no añades: «Todo por Jesús y a Jesús por
María»?
Sí, querido hermano, «en sólo Dios tengo puesta
mi esperanza», dice el gran rey David (Sal 17,3 )...
IAhl, si hubiera conocido a la Santísima Virgen,
hubiera añadido: «Y esa esperanza es María» ¿No
lo crees tú así?
No te extrañe, pues, que yo le tenga mucha
devoción y que quiera que todo el mundo se la
tuviera...
¡Sería todo tan fácil si acudiéramos siempre a
la Señora!
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