Novena Virgen del Carmen

martes, 25 de julio de 2017

Bajo tu amparo


Bajo tu amparo

Padre Tomás Rodríguez Carbajo


La oración más antigua conocida que los cristianos han dirigido a la Virgen se ha encontrado en un papiro, que se remonta a finales del siglo tercero o principios del siglo cuarto, es la oración conocida como “Sub tuum praesidium”, cuyo texto dice:

“Bajo tu amparo nos acogemos , Santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, Oh Virgen gloriosa y bendita”.

Procede de las comunidades cristianas de Egipto. En ella aparecen algunas de las facetas de la verdadera devoción: Veneración y súplica.

María es saludada como Madre de Dios, título raíz de todos los privilegios que iba a tener. Antes de que el Concilio de Efeso (a. 431) lo declarase dogma, el pueblo ya lo profesaba, de ahí la reacción de repulsa hacia Nestorio y sus seguidores, que predicaban contra esta verdad admitida por el pueblo fiel.

No es de extrañar que en esta oración apareciese con toda nitidez esta verdad “Santa Madre de Dios”, pues, desde la época inmediatamente posterior a los Apóstoles ya aparece en las más antiguas  redacciones del Símbolo o Credo de los Apóstoles.

Junto a la verdad e la maternidad divina aparece la otra igual de antigua, la de la Virginidad de María.

La profesión de estas verdades establece el fundamento del culto a María, y la razón por la que el cristiano acude a Ella con la fe de que su poder es inmenso y su compasión grande.

Los siglos van pasando, pero las realidades perennes no cambian, Ella es poderosa  ante su Hijo y nosotros somos necesitados y limitados, razones por las que podemos tenerla como Abogada y Medianera ante Dios.

Todo buen cristiano ha sido consciente de esta doble y distinta realidad, de ahí que siga teniéndola presente en su vida sin encasillarla en una época determinada a en un cierto ritmo de vida; María es una realidad necesaria y por lo tanto no podemos prescindir de Ella.

Bajo el amparo de María nos encontramos seguros y felices como niños en el regazo materno.


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