Dar frutos de perseverancia
Que la palabra que habéis recibido resuene en el fondo de vuestro corazón y permanezca en vosotros. Procurad que la semilla no caiga al borde del camino, no sea que el espíritu maligno venga y aleje la palabra de vuestra memoria. Tened cuidado que la tierra rocosa no deje brotar la semilla y no produzca buenas obras, ya que quedaría desprovista de raíces de perseverancia. Muchos, en efecto, se alegran al escuchar la palabra y se disponen a las buenas obras. Pero, apenas se presentan las pruebas, renuncian a lo que habían comenzado. Así, el suelo rocoso, por falta de agua, no deja germinar la semilla y no llega a dar el fruto de la perseverancia.
Pero la buena tierra da el fruto de la paciencia: entendamos que nuestras buenas obras pueden tener valor si soportamos con paciencia la indiferencia de nuestro prójimo. Porque, cuanto más progresamos hacia la perfección, más pruebas tendremos que soportar. Cuando el alma ha abandonado el amor del mundo presente, la hostilidad de este mundo aumenta. Por esto vemos a muchos cargados con pesados fardos (cf Mt 11,28) aunque su obras sean buenas... Pero, según la palabra del Señor: “darán fruto por su constancia”, soportando con humildad las pruebas, aunque, después de haber sufrido con constancia, serán invitados a la paz del cielo.
San Gregorio Magno (c. 540-604), papa y doctor de la Iglesia
Homilías sobre el evangelio 1,15; PL 76 1131ss
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