Mi hijo de tres años quería poner la mesa para las visitas. Con buena voluntad agarró una cuchara de porcelana china. –¡Ten cuidado, es muy frágil!, apenas tuve tiempo de decirle. Pero el niño tropezó, la cuchara escapó de su mano y se rompió en mil pedazos.
Él se puso a llorar inconsolablemente: ¡deseaba tanto obrar bien! En lugar de reprocharle su falta de atención, fui a buscar el tazón de porcelana que hacía juego con la cuchara: –Toma, le dije, secándole las lágrimas, ten mucho cuidado y llévalo a la mesa.
¿Cuál fue su reacción? El niño tomó el tazón en una mano y con la otra tomó la mía para que yo lo acompañara al comedor.¡Qué lección para mí y qué ejemplo para cada uno de nosotros! ¡Cuántas cosas rotas hay en nuestra vida! Dios no nos reprocha nuestra falta de sabiduría, pero quiere que seamos conscientes de que lo necesitamos. Mediante el sacrificio de su Hijo, él perdonó nuestros pecados, sean anteriores o posteriores a nuestra conversión.
Como creyentes, nada hemos de temer, ya que aceptamos el perdón de Dios. Es cierto que a veces volvemos a caer en las mismas faltas.
Entonces reconozcamos nuestras insuficiencias, nuestra torpeza y nuestra infidelidad para descansar en el Señor y en su omnipotencia. Él nos rehabilitará de nuestros fracasos. Para vivir felizmente y agradarle, nos basta tomar la mano que nos tiende. Acudamos al Sacramento de la Reconciliación
Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche. Santiago 1:5
Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Salmo 51:1
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