Novena Virgen del Carmen

martes, 14 de julio de 2015

«Jesús se puso a recriminar a las ciudades que...no se habían convertido»




«Jesús se puso a recriminar a las ciudades que...no se habían convertido»

Gritemos con David; oigámosle llorar y derramemos lágrimas con él. Veámosle como se levanta y alegrémonos con él: «Misericordia, Dios mío, por tu inmensa misericordia» (Salmo 50,3). 


Pongamos delante de los ojos de nuestra alma a un hombre gravemente herido, casi a punto de exhalar su último suspiro, y que yace desnudo sobre el polvo de la tierra. En su deseo de ver llegar a un médico, gime y pide a aquel que comprende su estado que tenga compasión. Pues bien, el pecado es una herida del alma. Tú que eres éste herido, percátate que delante de ti tienes a tu médico y descúbrele las heridas de tus pecados. Que oiga el gemido de tu corazón, él que conoce todos los pensamientos por secretos que sean. Que le conmuevan tus lágrimas, y si es preciso buscarle con insistencia, haz subir del fondo de tu corazón, profundos suspiros. Que tu dolor llegue hasta él y alguien te diga a ti también, como a David: «El Señor perdona tu pecado» (2S 12,13)... 


« Misericordia, Dios mío, por tu inmensa misericordia.» Aquellos que repiten constantemente sus faltas porque no conocen bien su gran misericordia, éstos no alcanzan más que un poco de ternura. Yo he caído en lo profundo, he pecado con conocimiento de causa. Pero tú, médico todopoderoso, corriges a los que te desprecian, instruyes a los que ignoran sus faltas, y perdonas a los que te las confiesan.


San Gregorio Magno (c. 540-604), papa y doctor de la Iglesia 
Exposición sobre los 7 salmos penitenciales; PL 79, 581s 



1 comentario:

  1. Misericordia, Dios mío, por tu inmensa misericordia.» Aquellos que repiten constantemente sus faltas porque no conocen bien su gran misericordia, éstos no alcanzan más que un poco de ternura. Yo he caído en lo profundo, he pecado con conocimiento de causa. Pero tú, médico todopoderoso, corriges a los que te desprecian, instruyes a los que ignoran sus faltas, y perdonas a los que te las confiesan.

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