Novena Virgen del Carmen

martes, 24 de febrero de 2015

La oración de los hijos de Dios



La oración de los hijos de Dios

La oración, para que sea fecunda, tiene que brotar del corazón y llegar al corazón de Dios. ¡Mira como Jesús enseñó a sus discípulos a orar! Cada vez que recitamos el Padrenuestro, Dios, -así lo creo yo-, dirige su mirada hacia sus manos, ahí donde nos tiene grabados: “en las palmas de mis manos te tengo tatuado” (Is 49,16) Dios contempla sus manos y nos ve en ellas, acurrucados en ellas. ¡Qué maravilla la ternura de Dios!



¡Oremos, digamos el Padrenuestro! ¡Vivamos el Padrenuestro y seremos santos! En esta oración está todo: Dios, yo misma, el prójimo. Si perdono puedo ser santa, puedo orar. Todo procede de un corazón humilde. Habiendo un corazón humilde sabremos amar a Dios, amarnos a nosotros mismos y amar al prójimo.(Mt 22,37ss). No es nada complicado y, no obstante, nosotros complicamos tanto nuestras vidas, cargándolas de tanta sobrecarga... Un sola cosa cuenta: ser humilde y orar. Cuanto más oréis, mejor lo haréis.


Para un niño no es nada difícil expresar su inteligencia cándida en términos simples  que dicen mucho. Jesús  ¿no dio a comprender a Nicodemo que hay que volverse como un niño? (Jn 3,3). Si oramos según el evangelio, Cristo crecerá en nosotros. ¡Ora con amor, a la manera de los niños, con ardiente deseo de amar mucho y hacer amable al que no es amado.


Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad
No hay mayor amor

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