Dios Niño dormía seguro en brazos de María
Padre Mariano de Blas. L.C
Salí por los caminos del mundo
buscando un ser que me quisiera mucho,
que me quisiera más que nadie.
Lo encontré en una cueva:
Era un Niño pequeño,
eras Tú, mi Señor.
Tú eres mi amor largamente soñado,
mi amor eterno, mi grande y único amor.
Dejé a la puerta del portal todas mis cosas,
dejé mis riquezas, dejé mis otros amores.
Me pasé sin nada y entré en la cueva.
Lo tomé en los brazos, lo único que quiero tener:
mi Dios y mi todo.
Tú me has amado, Niño Dios,
como nadie.
Tú has apostado por mí todo.
Tú mismo te has ofrecido.
Hoy he comprendido cuánto me quieres.
Yo, que tantas veces he dudado,
ya no dudo.
Yo, que tantas veces te he traicionado,
ya no más.
Yo, que mil veces me siento infeliz,
turbado, angustiado... nunca más.
Tú eres mi respuesta.
Tú eres la luz que ilumina mi senda.
Tú eres desde hoy la alegría de mi corazón.
Tú siempre estarás conmigo.
Yo también quiero.
Tú me pides que sea santo.
Te lo prometo.
Tú me quieres un apóstol, un hombre del Reino,
Aquí estoy.
La vida que repartí entre tantas criaturas,
hoy es toda tuya.
Ya no lloro, ya no temo al futuro.
Tú eres mi espléndido futuro.
Desde que bajaste a la tierra,
hiciste de la vida una aventura apasionante.
Y voy a hacer de mi vida
una aventura apasionante.
Al decirte que te quiero como a nadie,
te digo que quiero con la misma fuerza tus amores.
Quiero a tu Padre, porque Tú me lo has dado.
Quiero a tu Madre, que ya no es solo tuya,
es mía también.
Quiero a las almas, porque son tuyas y son mías,
Porque diste por ellas un precio muy alto.
Si obras son amores,
muy grande debe ser tu amor por ellas.
Hoy entro en tu cueva.
Quiero arrodillarme junto a ti,
a reparar lo que ha sido mi vida: tu pesebre,
tus pajas hieren la carne muelle de mi sensualidad.
Tu amor ame golpea.
Tu amor me pone de rodillas.
¡Gracias, Amor!
¡Gracias, Jesús!
Madre de Dios y Madre del hombre
Júbilo eterno nació en su corazón
desde que supo que era la elegida
para Madre de Dios.
Dios en su seno durante nueve meses.
Ninguna madre ha gustado la felicidad
de ser madre tan profundamente,
tan tiernamente como la Madre de Jesús.
Dios en sus brazos, alimentándose de Ella,
dormido dulcemente junto a Ella,
prestándole el calor de su cuerpo
y la seguridad de una madre.
Dios Niño dormía seguro en sus brazos.
Dios de la mano de María, Dios caminando
no ya entre las estrellas y rodeado de los ángeles, de la mano de su Madre, pequeñito,
por las calles de Nazaret.
El hijo de María, tan guapo como Ella
tan igual a Ella, tan hijo de Ella,
cogido de su mano.
Un día, al querer tomar la mano de Jesús,
sintió un dolor en su mano, un dolor en sus ojos, un dolor en su corazón.
Dirigió sus ojos de cielo a la mano que le hería, a aquel niño malo, vestido de harapos,
descalzo, enfermo y herido.
“Ahí tienes a tu hijo, mujer”.
Y besó a aquel niño malo en la frente,
diciéndole con ternura celestial: “Hijo mío”.
Ese niño era yo...
No pudiste ofrecerle nada material: unas pajas, un pesebre, unos pañalitos.
Jesús no te pidió nada de eso. Tu amor le arropaba como la mejor cobija; tu pureza le hacía sentirse alimentado como el manjar más sabroso. Jesús nació con más amor, con más ternura y cariño que ningún otro niño.
Dios te lo agradece infinitamente, María.
-No tengo nada que ofrecerte
-No puedes ofrecerme nada mejor. Esas pajas, pañalitos y pesebre son mejores que a las cunas, los vestidos, los palacios de los niños ricos.
El regalo más grande de María a nosotros es Jesús. Podemos quedarnos sin nada de la tierra, y lo tenemos todo con Jesús. Quien a Jesús tiene, nada la falta.
Pensar que ese maravilloso don quiso dárnoslo el Padre por ti, a través de tus manos, de tu cuerpo, a través de tu corazón. ¡Gracias, María; ¡Gracias, Jesús, por habernos dado el regalo más grande, precioso y totalmente inmerecido!
El regalo más grande que podemos dar a los demás es Jesús por medio de María. El regalo no se achica, porque se le distribuya a más personas, Jesús puede ser de todos y quiere ser de todos, y Jesús todo entero es de cada uno.
María presentó a Jesús a los pastores; a cada uno le dijo: Aquí tienes a mi hijo, es todo tuyo. Y cada uno de nosotros nos lo ha presentado de igual forma; ahí tienes a Jesús; es todo tuyo y para siempre. Y ¿qué hago yo con Jesús? ¿Qué han hecho otros? Conocerlo hasta el éxtasis; amarlo con todo su corazón, toda su alma, toda su mente y todas sus fuerzas. Predicarlo a todos; darlo a conocer a todos,
Jesús es alimento, Jesús es vida, es camino, es felicidad sin fin. No sabremos hasta el cielo qué regalo nos han dado. Perderlo es perderse eternamente, es quedar aniquilado, sin nada. Con Jesús eres rico, feliz, realizado. Sin Jesús eres un desgraciado sin nombre.
A veces se hace mucha teoría sobre el apostolado. Pero consiste sencillamente en dar a Jesús al hermano para que sea, para que se realice, para que alcance la felicidad sin fin.
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