P.E.J.Cuskelly MSC
Si miramos hacia atrás y nos remontamos a una época de hace más de un siglo, podríamos caer en la tentación de pensar que el Padre Chevalier y sus misioneros emplearon un tiempo excesivo en propagar la devoción a Nuestra Señora.
Pudiera uno inclinarse a creer que se había desperdiciado mucho tiempo de "trabajo misionero" en la organización de la Archicofradía de Nuestra Señora del Sagrado Corazón.
Antes de deducir tales conclusiones necesitamos ver las cosas con la perspectiva del siglo XIX. Fue en el ambiente del siglo XIX donde el Padre Chevalier desarrolló su vida espiritual e hizo su trabajo. Era aquella una época de devoción mariana. "A Jesús por María" rezaba un adagio cristiano que había penetrado en la vida del pueblo, llamándolo a las devociones marianas con una mayor eficacia que lo hubieran hecho doctrinas que hoy se consideran más "teológicas y litúrgicas". Jesús y Maria aparecían mucho más unidos que ahora en cualquier oración o práctica de piedad.
La idea se abre paso
El Padre Chevalier ha dejado escrito:
"Poco después de que me bautizaran, mi madre me llevó a la iglesia y me consagroa la Virgen Santísima y al Corazón de Jesús. Muchas veces, sobre todo en sus últimos años, a ella le encantaba contarme una y otra vez aquella entrañable escena, que su mente y su corazón revestían de un colorido realmente poético".
Cuando, siendo estudiante, al padre Chevalier se le ocurrió constituir una asociación de seminaristas, le puso el nombre de Caballeros del Sagrado Corazón y de Maria. Al convencerse más tarde de que Dios le pedía la fundación de un grupo de misioneros, comenzó por rezar una novena a Nuestra Señora, en colaboración con uno de sus primeros compañeros, el P. Maugenest. En tal ocasión, ambos hicieron una promesa en el caso de que su oración fuera oída: propagarían la devoción al Corazón de Cristo y harían "por todos los medios posibles que María fuera conocida y amada de una manera especial". Por dos ocasiones, al terminar su novena a la Virgen, obtuvieron otras tantas generosas promesas (económicas) que hicieron posible su obra. Es natural que años más tarde se pudiera decir: "Nuestra Señora lo ha hecho todo en nuestra congregación".
También resultaba lógico que, al proponerse anunciar a los hombres el amor del Corazón de Cristo e intentar que ellos creyeran y respondieran a ese amor, el Padre Chevalier recurriera a María. Como consecuencia, tanto él como sus compañeros comenzaron a pensar en Maria y a hablar de Maria llamándola Nuestra Señora del Sagrado Corazón.
En aquellos tiempos las nuevas advocaciones y las devociones especiales tenían un relieve peculiar y mayor que ahora en la práctica religiosa del pueblo. Por lo mismo no resulta extraño que en los relatos sobre el descubrimiento del nuevo titulo y el e establecimiento de la nueva devoción se deje ver un cierto aire de excitación o ambiente emotivo. Toda nueva devoción necesitaba ser aprobada por la Santa Sede, y a causa de lo mismo, no eran escasos los observadores suspicaces, alerta a posibles desviaciones tanto en lo referente a la doctrina como a la práctica.
El Padre Chevalier se lo sabia de memoria, por experiencia. Así que, antes de lanzar la idea, se lo pensó mucho y rezó mucho.
La primera imagen
Durante el verano de 1857, el Padre Chevalier y sus compañeros, a la hora de un descanso comunitario, discutían planes e ideas sobre la nueva iglesia que estaban construyendo. El fundador preguntó a los demás qué pensaban acerca del tftulo con que debiera venerarse a la Virgen en el futuro santuario. Hubo propuestas varias.
Claro es que él ya estaba decidido o casi decidido, al cabo de sus largas reflexiones. Habló, pues, de honrar a la Virgen con el título de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, explicándolo. Para él aquel título indicaba que Maria había sido preferida entre todas las mujeres por el Corazón amante de Dios; que había sido destinada a ser madre de los hombres, para llevarlos al Corazón de su Hijo; que, en fin, era Ella:nuestra poderosa abogada ante el Co-razón de su divino Hijo. La idea estaba clara y era sencilla de comprender. Se entusiasmaron todos.
A principios de 1861, cuando se hacían los preparativos para inaugurar la primera parte de las obras, el Padre Chevalier dispuso que se colocara una vidriera policromada con la imagen de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Esta primera imagen (igual que la idea misma) fue el resultado de una simple figuración de María y de Cristo. Primero, una imagen de la Inmaculada con las manos extendidas hacia la tierra, significando el río de gracias que nos llegan por medio de Ella. Delante de esta imagen, otra, la de Cristo niño, señalando con la mano izquierda su propio corazón, y con la derecha a su Madre, como diciendo: "Por medio de mi madre se derramarán sobre la tierra los tesoros de mi corazón"-
Expansión Universal
La devoción arraigó inmediatamente. Seguro que no todos apreciaron todo el contenido teológico que le daba el Padre Chevalier A muchos les interesó, más que nada, el "poder de intercesión" de la Virgen que se proclamaba al explicar el nuevo título. Bien. Podría ser el comienzo para entender menos "egoístamente" la devoción e ir descubriendo las insondables riquezas del Corazón de Jesús.
Lo que preocupaba al fundador era remediar la indiferencia religiosa, con cuyo objetivo no había cesado un momento de idear diferentes caminos. La "archicofradía" era un medio viejo, pero eficaz sobre todo entonces, si se conseguía que los seglares se hicieran socios. Tales asociaciones espirituales tenían una historia muy antigua y de excelentes resultados.
Los Misioneros del Sagrado Corazón estaban convencidos de que extender o propagar la devoción a Nuestra Señora del Sagrado Corazón era un medio efectivo para cumplir su misión de acercar a los hombres al Corazón de Jesús.
Y la difusión de la nueva devoción fue realmente extraordinaria. Adonde quiera que llegarán los Misioneros del Sagrado Corazón durante los años siguientes, encontraban que la devoción los había precedido.
El fenómeno fue debido, en parte, al jesuita P. Ramiére con sus publicaciones y a que la Compañía de Jesús daba a conocer la devoción en sus actividades apostólicas.
Otra persona que se interesó profundamente fue el arzobispo de Bourges, mostrándose ansioso de que el Padre Chevalier fundara la asociación y redactara sus estatutos. Cuando esto fue un hecho, el arzobispo inscribió su nombre como primer asociado.
Hubo miles de inscripciones, ya desde las primeras semanas. Fue tal el aluvión de las solicitudes, que resultó necesario recurrir a Roma para reunir a todas las asociaciones locales en una archicofradía de ámbito universal.
La popularidad de la devoción a Nuestra Señora del Sagrado Corazón fue uno de los motivos que impulsaron a un cierto número de jóvenes extranjeros a pedir su admisión en la congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón.
Fuente: Misioneros del Sagrado Corazón, Perú
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