Novena Virgen del Carmen
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lunes, 24 de junio de 2013
nuestra Señora del Si
VIII. Nuestra Señora del "Si"
Camilo Valverde Mudarra
El “sí” más importante de la Virgen María fue su “fiat” al anuncio que le trajo el ángel Gabriel: “Hágase en mí según tu palabra”. Es la Señora del sí, porque siempre supo decir "Sí". Aceptó la encarnación del Hijo de Dios en sus entrañas, y el ser la madre del Señor. Se hizo su esclava, en radical y plena sumisión. Renunció a su voluntad de manera absoluta y para siempre. Al decir que "Sí", asumió sin restricciones la voluntad de Dios, en señal de que en El creía, que de El se fiaba. ¿De quién, mejor que de El, se puede uno fiar? María se echó en sus brazos, abandonando en ellas toda su vida y su destino. Y se dejó llevar por un camino incierto, sin saber adónde iba; a la buena ventura; adonde la voluntad de Dios la llevara, aceptando siempre, siempre diciendo su "Sí" incondicional.
"Sí" a los proyectos misteriosos que le propuso el ángel. "Sí" al viaje fatigoso hacia Belén en vísperas de dar a luz, con el recorrido de 150 kilómetros por caminos polvorientos. "Si" a los apuros y zozobras del alumbramiento de su Hijo en la Noche Buena, venturosa noche tan amarga y tan feliz al propio tiempo, para Ella y para su esposo, en la inhóspita cuadra de Belén. "Si" en la huida a Egipto, como si fuesen unos vulgares delincuentes, siendo así, que, con su esposo y con tu hijo, constituía la familia más justa y más santa de la tierra. "Sí" al perder a su esposo y pasar a engrosar la lista de tantas viudas desoladas. "Sí" al quedarte sola en Nazaret, cuando su Hijo salió a predicar el Evangelio, a anunciar que el tiempo se ha cumplido y que el reino de Dios ha llegado ya. "Sí" a la sentencia judicial más injusta de la historia, a la condena a muerte del único justo, "Sí" a su muerte, a su resurrección y a su ascensión, para quedarse otra vez sola.
Su vida fue un pasar diciendo siempre el "Sí". Como Abrahán, creyó y también "esperó contra toda esperanza". Como él, se dejó llevar y emprendió el recorrido de una seda ignota, sin conocer la partida ni tampoco la llegada, pero con la fe y la absoluta seguridad de que arribaría allí donde el Buen Dios había dispuesto. Su esperanza interior se centraba en este pensamiento: "Dios proveerá". Y así era, en efecto. Su perfecta obediencia en la fe, como la de Abrahán, acierta siempre. Aunque sea una fe oscura y dolorosa, un caminar a ciegas, un andar a tientas en la noche oscura. Pues, en la certeza de la fe, no se da una clara visión del porvenir dichoso, sino, más bien, se produce una sumisión total a lo desconocido, a lo humanamente incomprensible y absurdo. Su inicial entrega, absoluta y perenne, fue el punto de partida para dirigir sus pasos por una vía llena de oscuridad, de dudas y heroísmo, en el que siempre acertó a decir su "Sí". La Señora del “sí” es para todos los hombres el paradigma de la fe, la “creyente", la Madre de la entrega ciega en los designios de Dios.
Señora, Madre Amantísima, enséñanos a pronunciar nuestro "Sí" Porque un cristiano siempre tiene que decir su “Sí”, al sufrimiento, a las situaciones adversas, a los actos y acontecimientos dolorosos; sí, al hermano que necesita el sostén de mi mano y de mi consuelo, sí, al que me pide el socorro, al que ruega mi apoyo, al que requiere mi comprensión y mi cariño. Un cristiano tiene que estar dispuesto, en constante servicio; siempre en el “sí", nunca en el "no". Un cristiano es un soldado de Cristo, una criatura de Dios en vigilante y absoluta efectividad, en abnegada actitud de entrega al hermano. Guíanos en nuestro éxodo, en la huida a nuestro Egipto, hacia la vía del Calvario. Adiéstranos a someternos, a ser esclavos, siervos entre los siervos de las haciendas del Señor, esclavos de la casa de Dios, esclavos de todos los hombres, hijos todos de Dios y hermanos muy queridos, a los que debemos servir siempre con el amor grande que nos mostró Jesucristo y glosó el gran Apóstol San Pablo, en 13, de la primera a Corintios.
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