Dos hermanos que se amaban tanto, que, por caridad, se manifestaban el uno al otro las revelaciones que tenían
Al tiempo que moraban juntos en la custodia de Ancona, en el convento de Forano, los hermanos Conrado y Pedro (de Monticello), que eran dos estrellas brillantes en la provincia de las Marcas, dos hombres del cielo, estaban unidos entre sí con un amor y una caridad tan grande, que parecían no tener sino un solo corazón y una sola alma, y se habían ligado mutuamente con este pacto: que cualquier consolación que la misericordia de Dios otorgase a cualquiera de los dos, se la tenían que manifestar, por caridad, el uno al otro.
Sellado entre ambos este pacto, ocurrió un día que el hermano Pedro estaba en oración meditando muy piadosamente en la pasión de Cristo; y como la Madre santísima de Cristo y Juan, el amadísimo discípulo, y San Francisco estaban pintados al pie de la cruz, crucificados con Cristo por el dolor del alma, le vino el deseo de saber quién de los tres había experimentado mayor dolor por la pasión de Cristo; si la Madre, que lo había llevado en su seno, o el discípulo, que había reposado sobre su pecho, o San Francisco, que había sido crucificado con Cristo. Estando en este devoto pensamiento, se le apareció la Virgen María con San Juan Evangelista y San Francisco, vestidos de nobilísimas vestiduras de gloria bienaventurada; pero San Francisco aparecía vestido de una veste más hermosa que San Juan.
Y como el hermano Pedro quedó desconcertado por esta visión, San Juan le animó diciéndole: No temas, hermano carísimo, porque nosotros hemos venido aquí para consolarte y aclararte el objeto de tu duda. Has de saber que la Madre de Cristo y yo hemos sufrido, por causa de la pasión de Cristo, más que ninguna otra creatura; pero, después de nosotros, nadie ha experimentado mayor dolor que San Francisco; por eso le ves con tanta gloria.
Santísimo apóstol de Cristo -preguntó el hermano Pedro-, ¿por qué la vestidura de San Francisco es más hermosa que la tuya? La razón es ésta -respondió San Juan-: porque, cuando él estaba en el mundo, llevó un vestido más vil que el mío. Dichas estas palabras, San Juan entregó al hermano Pedro un vestido de gloria que llevaba en la mano y le dijo: Toma este vestido que he traído para dártelo a ti.
Y como San Juan quería vestirlo con él, el hermano Pedro, estupefacto, cayó a tierra y comenzó a gritar: ¡Hermano Conrado, hermano Conrado querido, ven en seguida, ven y verás cosas maravillosas! A estas palabras desapareció la visión. Cuando llegó el hermano Conrado, le refirió al detalle todo lo sucedido, y dieron gracias a Dios. En alabanza de Cristo. Amén.
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