Novena Virgen del Carmen

sábado, 31 de julio de 2021

Santo Evangelio 31de Julio 2021

  


Texto del Evangelio (Mt 14,1-12): 

En aquel tiempo, se enteró el tetrarca Herodes de la fama de Jesús, y dijo a sus criados: «Ese es Juan el Bautista; él ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él fuerzas milagrosas».

Es que Herodes había prendido a Juan, le había encadenado y puesto en la cárcel, por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo. Porque Juan le decía: «No te es lícito tenerla». Y aunque quería matarle, temió a la gente, porque le tenían por profeta.

Mas llegado el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio de todos gustando tanto a Herodes, que éste le prometió bajo juramento darle lo que pidiese. Ella, instigada por su madre, «dame aquí, dijo, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista». Entristecióse el rey, pero, a causa del juramento y de los comensales, ordenó que se le diese, y envió a decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue traída en una bandeja y entregada a la muchacha, la cual se la llevó a su madre. Llegando después sus discípulos, recogieron el cadáver y lo sepultaron; y fueron a informar a Jesús.



«Se enteró el tetrarca Herodes de la fama de Jesús»


Rev. D. Joan Pere PULIDO i Gutiérrez Secretario del obispo de Sant Feliu

(Sant Feliu de Llobregat, España)

Hoy, la liturgia nos invita a contemplar una injusticia: la muerte de Juan Bautista; y, a la vez, descubrir en la Palabra de Dios la necesidad de un testimonio claro y concreto de nuestra fe para llenar de esperanza el mundo.

Os invito a centrar nuestra reflexión en el personaje del tetrarca Herodes. Realmente, para nosotros, es un contratestigo pero nos ayudará a destacar algunos aspectos importantes para nuestro testimonio de fe en medio del mundo. «Se enteró el tetrarca Herodes de la fama de Jesús» (Mt 14,1). Esta afirmación remarca una actitud aparentemente correcta, pero poco sincera. Es la realidad que hoy podemos encontrar en muchas personas y, quizás también en nosotros. Mucha gente ha oído hablar de Jesús, pero, ¿quién es Él realmente?, ¿qué implicación personal nos une a Él?

En primer lugar, es necesario dar una respuesta correcta; la del tetrarca Herodes no pasa de ser una vaga información: «Ese es Juan el Bautista; él ha resucitado de entre los muertos» (Mt 14,2). De cierto que echamos en falta la afirmación de Pedro ante la pregunta de Jesús: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Simón Pedro le respondió: ‘Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo’» (Mt 16,15-16). Y esta afirmación no deja lugar para el miedo o la indiferencia, sino que abre la puerta a un testimonio fundamentado en el Evangelio de la esperanza. Así lo definía San Juan Pablo II en su Exhortación apostólica La Iglesia en Europa: «Con toda la Iglesia, invito a mis hermanos y hermanas en la fe a abrirse constante y confiadamente a Cristo y a dejarse renovar por Él, anunciando con el vigor de la paz y el amor a todas las personas de buena voluntad que, quién encuentra al Señor conoce la Verdad, descubre la Vida y reconoce el Camino que conduce a ella».

Que, hoy sábado, la Virgen María, la Madre de la esperanza, nos ayude a descubrir realmente a Jesús y a dar un buen testimonio de Él a nuestros hermanos.


LECTURA BREVE Flp 2, 2b-4

 


LECTURA BREVE   Flp 2, 2b-4


Manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por envidia ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás.

Don de Entendimiento



 DON DE ENTENDIMIENTO

“No se trata de una cualidad intelectual natural, sino de una gracia que el Espíritu Santo infunde en nosotros y que nos hace capaces de escrutar el pensamiento de Dios y su plan de salvación. San Pablo dice que, por medio del Espíritu Santo, Dios nos revela lo que ha preparado para los que le aman. ¿Qué significa esto? No es que uno tenga pleno conocimiento de Dios, pero sí que el Espíritu nos va introduciendo en su intimidad, haciéndonos partícipes del designio de amor con el que teje nuestra historia. En perfecta unión con la virtud de la fe, el entendimiento nos permite comprender cada vez más las palabras y acciones del Señor y percibir todas las cosas como un don de su amor para nuestra salvación.” (Francisco, Audiencia 30 de abril, 2014).

SÚPLICA DEL DON DE ENTENDIMIENTO, AL ESPÍRITU SANTO

Espíritu Santo, Tú me sondeas y me conoces, y sabes bien de la tiranía que imponen los medios de opinión en la lectura de los acontecimientos. ¡Cuántas veces quedo enmudecido ante la fatalidad, el accidente dramático, el dolor humano, especialmente ante el sufrimiento de los niños y de los indefensos! 

Tú conoces nuestra debilidad del ser humano, y lo proclive que es a imaginar el futuro de forma negativa, para quedar así atrapado en un horizonte oscuro, sin esperanza, resignado.

Ven en ayuda de mi debilidad y de la de tantos. Derrama el don que nos hace capaces de comprender en todo la huella de tu amor, tu plan de salvación, que supera todo determinismo negativo.

Si el creyente es aquel que tiene la confianza y la certeza del amor de Dios, concédeme que me asista siempre esta certeza y que vislumbre, al menos, tu plan amoroso para cada una de tus criaturas y para mí.

Sé que por la fe se vive de otra forma toda relación, la que debo establecer con Dios, la que a diario me sucede con mi entorno familiar y social, y la que cabe tener contigo dentro de mí mismo.

El don de Entendimiento, que Tú puedes regalarnos, ayuda a conocer la voluntad divina, su designio de amor, a tratar de la forma más digna al prójimo, y a saberse

habitado por la presencia íntima y amorosa de tu acción divina.

Ven, Espíritu Santo, para que comprenda siempre la historia y las relaciones más allá de mi obstinación mental, desde tu luz.

Espíritu Santo, que no me pierda por inconsciencia el saberme habitado por ti, llamado a mantener un trato de intimidad contigo, desde el que podré adquirir el conocimiento de tu obra de salvación.

¡Ven, Espíritu Santo, y concédenos el don de ENTENDIMIENTO!

viernes, 30 de julio de 2021

Santo Evangelio 30 de julio 2021

  


Texto del Evangelio (Mt 13,54-58):

En aquel tiempo, Jesús viniendo a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: «¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?». Y se escandalizaban a causa de Él. Mas Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio». Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe.




«Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio»


Rev. D. Jordi POU i Sabater

(Sant Jordi Desvalls, Girona, España)

Hoy, como ayer, hablar de Dios a quienes nos conocen desde siempre resulta difícil. En el caso de Jesús, san Juan Crisóstomo comenta: «Los de Nazaret se admiran de Él, pero esta admiración no les lleva a creer, sino a sentir envidia, es como si dijeran: ‘¿Por qué Él y no yo?’». Jesús conocía bien a aquellos que en vez de escucharle se escandalizaban de Él. Eran parientes, amigos, vecinos a quienes apreciaba, pero justamente a ellos no les podrá hacer llegar su mensaje de salvación.

Nosotros —que no podemos hacer milagros ni tenemos la santidad de Cristo— no provocaremos envidias (aun cuando en ocasiones pueda suceder si realmente nos esforzamos por vivir cristianamente). Sea como sea, nos encontraremos a menudo, como Jesús, con que aquellos a quienes más amamos o apreciamos son quienes menos nos escuchan. En este sentido, debemos tener presente, también, que se ven más los defectos que las virtudes y que aquellos a quienes hemos tenido a nuestro lado durante años pueden decir interiormente: —Tú que hacías (o haces) esto o aquello, ¿qué me vas a enseñar a mí?

Predicar o hablar de Dios entre la gente de nuestro pueblo o familia es difícil pero necesario. Hace falta decir que Jesús cuando va a su casa está precedido por la fama de sus milagros y de su palabra. Quizás nosotros también necesitaremos, un poco, establecer una cierta fama de santidad fuera (y dentro) de casa antes de “predicar” a los de casa.

San Juan Crisóstomo añade en su comentario: «Fíjate, te lo ruego, en la amabilidad del Maestro: no les castiga por no escucharle, sino que dice con dulzura: ‘Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio’ (Mt 13,57)». Es evidente que Jesús se iría triste de allí, pero continuaría rogando para que su palabra salvadora fuera bien recibida en su pueblo. Y nosotros (que nada habremos de perdonar o pasar por alto), lo mismo tendremos que orar para que la palabra de Jesús llegue a aquellos a quienes amamos, pero que no quieren escucharnos.

LECTURA BREVE Ef 4, 29-32



 LECTURA BREVE   Ef 4, 29-32


No salga de vuestra boca palabra desedificante, sino la que sirva para la necesaria edificación, comunicando la gracia a los oyentes. Y no provoquéis más al santo Espíritu de Dios, con el cual fuisteis marcados para el día de la redención. Desterrad de entre vosotros todo exacerbamiento, animosidad, ira, pendencia, insulto y toda clase de maldad. Sed, por el contrario, bondadosos y compasivos unos con otros, y perdonaos mutuamente como también Dios os ha perdonado en Cristo.


Don de Entendimiento



  DON DE ENTENDIMIENTO

-«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt 11, 25-27)

SÚPLICA AL ESPÍRITU PARA QUE NOS REAVIVE EL DON DE ENTENDIMIENTO

- «Dame, pues, ahora sabiduría e inteligencia, para que sepa conducirme ante este pueblo tuyo tan grande». Respondió Dios a Salomón: «Ya que piensas esto en tu corazón, y no has pedido riquezas, ni bienes, ni gloria, ni la muerte de tus enemigos; ni tampoco has pedido larga vida, sino que has pedido para ti sabiduría e inteligencia para saber juzgar a mi pueblo, del cual te he hecho rey, por eso te son dadas la sabiduría y el entendimiento, y además te daré riqueza, bienes y gloria como no las tuvieron los reyes que fueron antes de ti, ni las tendrá ninguno de los que vengan después de ti». (2 Cro 1, 10-12)

ORACIÓN

Espíritu Santo, Luz de los corazones, que anidas en la más íntima intimidad y prestas claridad para interpretar la historia, según Dios, ¿por qué nos sentimos tantas

veces atrapados en el presentismo sin horizonte, sumergidos en nuestra visión recortada y oscura? ¡Ven, ilumina nuestra inteligencia para comprender desde ti la realidad! Espíritu Santo, sagacidad divina, que concedes en los que te acogen obedecer la voluntad de Dios, sin especular ni presentar argumentos evasivos, ¿por qué empleamos nuestra razón para huir de aquello que nos propones más acorde con la bondad, la belleza y la verdad, y nos obstinamos en nuestras parcialidades? ¡Ven, Espíritu inteligente, y mueve nuestra voluntad para que abracemos gozosos el querer divino! Espíritu Santo, don para discernir lo bueno de lo malo y para distinguir lo que es bueno, agradable y perfecto. No permitas que nos anclemos en el conformismo, haz que nos atraiga siempre lo que es mejor a los ojos de Dios. ¡Ven, Espíritu Santo,ilumínanos y concédenos el don de discernimiento! ¡Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,tregua en el duro trabajo,brisa en las horas de fuego,gozo que enjuga las lágrimas,y reconforta en los duelos!

jueves, 29 de julio de 2021

Santo Evangelio 29 de julio 2021

  


Texto del Evangelio (Lc 10,38-42):

 En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».



«Te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola»


Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy, también nosotros —atareados como vamos a veces por muchas cosas— hemos de escuchar cómo el Señor nos recuerda que «hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola» (Lc 10,42): el amor, la santidad. Es el punto de mira, el horizonte que no hemos de perder nunca de vista en medio de nuestras ocupaciones cotidianas.

Porque “ocupados” lo estaremos si obedecemos a la indicación del Creador: «Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla» (Gn 1,28). ¡La tierra!, ¡el mundo!: he aquí nuestro lugar de encuentro con el Señor. «No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno» (Jn 17,15). Sí, el mundo es “altar” para nosotros y para nuestra entrega a Dios y a los otros.

Somos del mundo, pero no hemos de ser mundanos. Bien al contrario, estamos llamados a ser —en bella expresión de san Juan Pablo II— “sacerdotes de la creación”, “sacerdotes” de nuestro mundo, de un mundo que amamos apasionadamente.

He aquí la cuestión: el mundo y la santidad; el tráfico diario y la única cosa necesaria. No son dos realidades opuestas: hemos de procurar la confluencia de ambas. Y esta confluencia se ha de producir —en primer lugar y sobre todo— en nuestro corazón, que es donde se pueden unir cielo y tierra. Porque en el corazón humano es donde puede nacer el diálogo entre el Creador y la criatura.

Es necesaria, por tanto, la oración. «El nuestro es un tiempo de continuo movimiento, que a menudo desemboca en el activismo, con el riesgo fácil del “hacer por hacer”. Tenemos que resistir a esta tentación, buscando “ser” antes que “hacer”. Recordemos a este respecto el reproche de Jesús a Marta: ‘Tú te afanas y te preocupas por muchas cosas y sin embargo sólo una es necesaria’ (Lc 10,41-42)» (San Juan Pablo II).

No hay oposición entre el ser y el hacer, pero sí que hay un orden de prioridad, de precedencia: «María ha elegido la parte buena, que no le será quitada» (Lc 10,42).


LECTURA BREVE 1Pe 1, 13-14

 


LECTURA BREVE   1Pe 1, 13-14


Con ánimo dispuesto y vigilante poned toda vuestra esperanza en la gracia que os llegará cuando Jesucristo se manifieste. Como hijos obedientes no os amoldéis a las pasiones que teníais cuando estabais en vuestra ignorancia.

Don de Entendimiento

 


DON DE ENTENDIMIENTO -

«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.» Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. -«Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.» Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras. (Lc 24) 

A la luz del pasaje del evangelio de San Lucas y de los relatos neotestamentarios de la resurrección de Jesús, comprendemos mejor la necesidad del Don del Entendimiento para poder adherirnos a la persona de Jesucristo como Hijo de Dios.  

Ven, Espíritu Santo, y con tu luz abre mis ojos a la fe. Que por tu inspiración, comprenda la verdad revelada y descubra el sentido de las Sagradas Escrituras, tal como les aconteció a los discípulos de Emaús y a los que estaban reunidos en el cenáculo, cuando el Resucitado les concedió entender lo que de Él se había profetizado y dieron fe a que estaba vivo.  

A María Magdalena le sucedió de igual modo en la mañana de Pascua, que a pesar de tener delante a la persona del Maestro, no lo reconoció hasta que se despertó en ella, por gracia de su nombre pronunciado con amor, la contemplación del Resuciatado.   Con frecuencia me quedo con el sentido inmediato de los acontecimientos, y perezco por falta de perspectiva, sobre todo en tiempos de inclemencia, cuando la oscuridad, la ausencia de sentimiento, el desengaño, el escepticismo invaden el corazón. La mente se cierra, pierdo la visión trascendente de la realidad y me atrapa el pesimismo.  

Tú puedes, Espíritu divino, abrir mis ojos para que crea y para que  comprenda que en todo se halla la semilla del proyecto providente y amoroso de Dios, y llegue así a la sagacidad de intuir luz en la cruz, amor en la herida, sabiduría en el dolor y esperanza en la encrucijada.  

Por mí mismo no puedo elevar la mente, ni otear el horizonte luminoso. En hora tan recia como la actual, necesito comprender desde la fe cuanto sucede para hacerme testigo de que todo tiende hacia el bien y todo guarda un sentido trascendente.  

Que gracias al Don de Entendimiento sepa leer toda la historia como Historia de Salvación, y me sepa acompañado por la gracia del regalo inmerecido de la fe. Y que al final de mis días escuche, como mejor titulo: “Ven, bendito, porque aun sin ver diste fe a lo que dijeron los profetas, los evangelios y enseña la Iglesia”.

miércoles, 28 de julio de 2021

Santo Evangelio 28 de julio 2021

 



 Texto del Evangelio (Mt 13,44-46):

 En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.

»También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra».



«Vende todo lo que tiene y compra el campo»


Rev. D. Enric CASES i Martín

(Barcelona, España)

Hoy, Mateo pone ante nuestra consideración dos parábolas sobre el Reino de los Cielos. El anuncio del Reino es esencial en la predicación de Jesús y en la esperanza del pueblo elegido. Pero es notorio que la naturaleza de ese Reino no era entendida por la mayoría. No la entendían los sanedritas que le condenaron a muerte, no la entendían Pilatos, ni Herodes, pero tampoco la entendieron en un principio los mismos discípulos. Sólo se encuentra una comprensión como la que Jesús pide en el buen ladrón, clavado junto a Él en la Cruz, cuando le dice: «Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino» (Lc 23,42). Ambos habían sido acusados como malhechores y estaban a punto de morir; pero, por un motivo que desconocemos, el buen ladrón reconoce a Jesús como Rey de un Reino que vendrá después de aquella terrible muerte. Sólo podía ser un Reino espiritual.

Jesús, en su primera predicación, habla del Reino como de un tesoro escondido cuyo hallazgo causa alegría y estimula a la compra del campo para poder gozar de él para siempre: «Por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel» (Mt 13,44). Pero, al mismo tiempo, alcanzar el Reino requiere buscarlo con interés y esfuerzo, hasta el punto de vender todo lo que uno posee: «Al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra» (Mt 13,46). «¿A propósito de qué se dice buscad y quien busca, halla? Arriesgo la idea de que se trata de las perlas y la perla, perla que adquiere el que lo ha dado todo y ha aceptado perderlo todo» (Orígenes).

El Reino es paz, amor, justicia y libertad. Alcanzarlo es, a la vez, don de Dios y responsabilidad humana. Ante la grandeza del don divino constatamos la imperfección e inestabilidad de nuestros esfuerzos, que a veces quedan destruidos por el pecado, las guerras y la malicia que parecen insuperables. No obstante, debemos tener confianza, pues lo que parece imposible para el hombre es posible para Dios.


LECTURA BREVE Tb 4, 16-17. 19-20

 


LECTURA BREVE   Tb 4, 16-17. 19-20


No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan. Da de tu pan al hambriento y da tus vestidos al desnudo. Busca el consejo de los prudentes. Bendice al Señor en toda circunstancia, pídele que sean rectos todos tus caminos y que lleguen a buen fin todas tus sendas y proyectos.

Don de Sabiduria

 


DON DE SABIDURÍA

“Principio de la sabiduría es temer al Señor,fue creada en el seno materno juntamente con los fieles.

Entre los hombres puso su nido, fundación eterna, y con su linaje se mantendrá fielmente.

Plenitud de la sabiduría es temer al Señor,ella les embriaga de sus frutos.

Toda su casa colma de cosas deseables,y de sus productos sus graneros.

Corona de la sabiduría el temor del Señor,ella hace florecer paz y buena salud” (Sb 1, 14-18).

SÚPLICA AL ESPÍRITU PARA QUE NOS REAVIVE EL DON DE SABIDURÍA

“Hablamos, entre los perfectos, de una sabiduría que no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo, que quedan desvanecidos, sino que enseñamos una

sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria.

«Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman.»

Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu” (1 Co 2, 6-7.10).

ORACIÓN

Espíritu Santo, si en la Palabra revelada nos aseguras que hemos recibido el don de la Sabiduría, regalo del Amor divino, ¿por qué a veces nos sentimos tan huérfanos de luz? ¡Ven, Espíritu de Dios, y despierta en nuestro corazón el don que nos entregaste en el bautismo al recibir la llama de la fe! Si la Sabiduría es el  conocimiento sapiencial, amoroso de tu verdad, ¿por qué nos quedamos anclados en nuestra parcial percepción terrena y no gustamos el sabor dulce de sabernos conocidos por ti, amados por ti? ¡Ven, Espíritu Santo, déjanos paladear la dulzura del amor divino!

Si la Sabiduría concede la certeza de sabernos amados por Dios, ¿por qué mendigamos el amor de las criaturas, que tantas veces nos esclaviza? ¡Ven, Espíritu Santo, inunda nuestro corazón de amor y de libertad! ¡Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo, padre amoroso del pobre, don, en tus dones espléndidos,fuente del mayor consuelo! (Secuencia)

martes, 27 de julio de 2021

Santo Evangelio 27 de julio 2021



Texto del Evangelio (Mt 13,36-43):

 En aquel tiempo, Jesús despidió a la multitud y se fue a casa. Y se le acercaron sus discípulos diciendo: «Explícanos la parábola de la cizaña del campo». Él respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.

»De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».



«Explícanos la parábola de la cizaña del campo»


Rev. D. Iñaki BALLBÉ i Turu

(Terrassa, Barcelona, España)

Hoy, mediante la parábola de la cizaña y el trigo, la Iglesia nos invita a meditar acerca de la convivencia del bien y del mal. El bien y el mal dentro de nuestro corazón; el bien y el mal que vemos en los otros, el que vemos que hay en el mundo.

«Explícanos la parábola» (Mt 13,36), le piden a Jesús sus discípulos. Y nosotros, hoy, podemos hacer el propósito de tener más cuidado de nuestra oración personal, nuestro trato cotidiano con Dios. —Señor, le podemos decir, explícame por qué no avanzo suficientemente en mi vida interior. Explícame cómo puedo serte más fiel, cómo puedo buscarte en mi trabajo, o a través de esta circunstancia que no entiendo, o no quiero. Cómo puedo ser un apóstol cualificado. La oración es esto, pedirle “explicaciones” a Dios. ¿Cómo es mi oración?: ¿es sincera?, ¿es constante?, ¿es confiada?.

Jesucristo nos invita a tener los ojos fijos en el Cielo, nuestra casa para siempre. Frecuentemente vivimos enloquecidos por la prisa, y casi nunca nos detenemos a pensar que un día —lejano o no, no lo sabemos— deberemos dar cuenta a Dios de nuestra vida, de cómo hemos hecho fructificar las cualidades que nos ha dado. Y nos dice el Señor que al final de los tiempos habrá una tría. El Cielo nos lo hemos de ganar en la tierra, en el día a día, sin esperar situaciones que quizá nunca llegarán. Hemos de vivir heroicamente lo que es ordinario, lo que aparentemente no tiene ninguna trascendencia. ¡Vivir pensando en la eternidad y ayudar a los otros a pensar en ello!: paradójicamente, «se esfuerza para no morir el hombre que ha de morir; y no se esfuerza para no pecar el hombre que ha de vivir eternamente» (San Julián de Toledo).

Recogeremos lo que hayamos sembrado. Hay que luchar por dar hoy el 100%. Y que cuando Dios nos llame a su presencia le podamos presentar las manos llenas: de actos de fe, de esperanza, de amor. Que se concretan en cosas muy pequeñas y en pequeños vencimientos que, vividos diariamente, nos hacen más cristianos, más santos, más humanos.

LECTURA BREVE 1Jn 4, 16



 LECTURA BREVE   1Jn 4, 16


Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.

Don de Sabiduría

 


DON DE SABIDURÍA

“Radiante e inmarcesible es la Sabiduría. Fácilmente la contemplan los que la aman y la encuentran los que la buscan.Se anticipa a darse a conocer a los quela anhelan.

Quien madrugue para buscarla, no se fatigará, que a su puerta la encontrará sentada.” (Sb 6, 12-14)

Ven, Espíritu Santo, manda tu luz desde el cielo, el don de Sabiduría, el amor y el conocimiento divino sobre la realidad y la historia.

Reconozco que en muchas ocasiones la valoración de los hechos queda supeditada a mi apreciación subjetiva, según el éxito o el fracaso de mis acciones, según la valoración social de mis obras, con el consiguiente riesgo de quedar ofuscado por mi protagonismo y vanidad, y hasta cabe que confundido e inconsciente del verdadero sentido de mis actos.

Es posible que la estima de los otros esté influida por el sentimiento natural y afectivo, por el modo de ser de cada persona, por la empatía o el rechazo que produce su modo de pensar, en vez de valorarla por ella misma, por lo que es, más allá de su aspecto físico, poder económico o social.

Mi relación espiritual, aunque puede ser noble, en muchas ocasiones está producida por motivos de necesidad, y acudo a la oración de muy distinta manera si siento consolación, angustia, urgencia de ayuda o, por el contrario, atonía e insensibilidad.

Necesito tu ayuda, Espíritu Santo, para no perecer en mi subjetivismo, y para obrar según Dios quiere, valorar mi conciencia iluminada por tu gracia, tratar con las personas con dignidad, y fielmente con Jesucristo, sin proyectar en mis relaciones el estado de ánimo, sino celebrándolas desde el conocimiento amoroso que Tú eres.

¡Cuántas veces el tiempo dedicado a la oración, la apertura a la Palabra divina, la gratuidad en mis acciones, la ofrenda de mis actos quedan reducidos a conceptos, más que a una experiencia objetiva por una noble relación interpersonal.

Espíritu Santo, Don de Sabiduría, regalo del Amor divino, por el que se conoce todo según Dios a la vez que uno mismo se siente conocido, amado, abrazado por las entrañas misericordiosas y paternales: ven, empápame, sumérgeme en tu luz, para que todo lo que amo, lo ame desde ti, a través de ti.

Que gracias al Don de Sabiduría ame a Dios como a mi Creador, a Jesucristo como a mi Señor, a ti como al Amigo del alma, a la creación como regalo y obra salida de la voluntad divina, a cuantos me rodean, como a espejos del rostro de Jesús, a mí  mismo como Tú me amas.

lunes, 26 de julio de 2021

Santo Evangelio 26 de julio 2021

  


Texto del Evangelio (Mt 13,31-35):

 En aquel tiempo, Jesús propuso todavía otra parábola a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas».

Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo». Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese el oráculo del profeta: ‘Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo’.




«Nada les hablaba sin parábolas»


Rev. D. Josep Mª MANRESA Lamarca

(Valldoreix, Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio nos presenta a Jesús predicando a sus discípulos. Y lo hace, tal como en Él es habitual, en parábolas, es decir, empleando imágenes sencillas y corrientes para explicar los grandes misterios escondidos del Reino. Así podía entender todo el mundo, desde la gente más formada hasta la que tenía menos luces.

«El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza...» (Mt 13,31). Los granitos de mostaza casi no se ven, son muy pequeños, pero si tenemos de ellos buen cuidado y se riegan... acaban formando un gran árbol. «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina...» (Mt 13,33). La levadura no se ve, pero si no estuviera ahí, la pasta no subiría. Así también es la vida cristiana, la vida de la gracia: no se ve exteriormente, no hace ruido, pero... si uno deja que se introduzca en su corazón, la gracia divina va haciendo fructificar la semilla y convierte a las personas de pecadoras en santas.

Esta gracia divina se nos da por la fe, por la oración, por los sacramentos, por la caridad. Pero esta vida de la gracia es sobre todo un don que hay que esperar y desear con humildad. Un don que los sabios y entendidos de este mundo no saben apreciar, pero que Dios Nuestro Señor quiere hacer llegar a los humildes y sencillos.

Ojalá que cuando nos busque a nosotros, nos encuentre no en el grupo de los orgullosos, sino en el de los humildes, que se reconocen débiles y pecadores, pero muy agradecidos y confiados en la bondad del Señor. Así, el grano de mostaza llegará a ser un árbol grande; así la levadura de la Palabra de Dios obrará en nosotros frutos de vida eterna. Porque, «cuanto más se abaja el corazón por la humildad, más se levanta hacia la perfección» (San Agustín).


LECTURA BREVE Ap 7, 10. 12

 


LECTURA BREVE   Ap 7, 10. 12


¡La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero! La bendición, y la gloria, y la sabiduría, y la acción de gracias, y el honor, y el poder, y la fuerza son de nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.

El Perdón

 


EL PERDÓN  

Jesús en la Cruz clamó a su Padre y dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.  

LAS RESISTENCIAS A PERDONAR Quienes no perdonan son como los jueces inmisericordes. Quienes no perdonan arrastran de por vida heridas incurables. Quienes no perdonan se aíslan en sus feudos egoístas. Quienes no perdonan sucumben a la tentación del orgullo herido. Quienes no perdonan se condenan al miedo de la venganza. Quienes no perdonan se vuelven suspicaces. Quienes no perdonan no podrán convivir consigo mismos.  

PRINCIPIOS DE SABIDURÍA Perdonad y seréis perdonados. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten a vosotros. El que siembra vientos cosecha tempestades. La medida que uséis la usarán con vosotros. Quien no perdona se condena a sí mismo. Quienes no perdonan se esclavizan y quedan víctimas del odio Quien perdona, pero no olvida, queda víctima del resentimiento.  

EL BENEFICIO DEL PERDÓN El perdón es la puerta para acceder de nuevo a la casa de Dios. El perdón nos rehabilita la identidad filial divina. El perdón nos posibilita el retorno del exilio. El perdón nos deja gustar el abrazo entrañable. El perdón nos regala el vestido nuevo del primogénito. El perdón nos da la credencial para sentarnos al banquete. El perdón nos libra de la mala memoria.  

LOS FRUTOS DEL PERDÓN Quien perdona se asemeja a Dios, el único que puede perdonar. Quien perdona siembra su propio futuro esperanzador. Quien perdona acierta a caminar libre de rencor. Quien perdona alcanza la paz. Quien perdona se libra de llevar cuentas. Quien perdona acierta a avanzar sin pesos insoportables. Quien perdona siembra cosecha de misericordia para sí.  

LA GRACIA DEL PERDÓN Quien se siente perdonado renace. Quien se siente perdonado recupera la alegría. Quien se siente perdonado unge su historia de hitos bendecidos. Quien se siente perdonado se vuelve magnánimo. Quien se siente perdonado ensancha sus entrañas. Quien se siente perdonado tiene más posibilidad de ser buen samaritano. Quien se siente perdonado vive agradecido y humilde.  

domingo, 25 de julio de 2021

Santo Evangelio 25 de julio 2021

  


Texto del Evangelio (Jn 6,1-15):

 En aquel tiempo, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia Él mucha gente, dice a Felipe: «¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?». Se lo decía para probarle, porque Él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco». Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».

Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente». Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda». Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.

Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Éste es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo». Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte Él solo.



«Mucha gente le seguía»


Rev. D. Pere CALMELL i Turet

(Barcelona, España)

Hoy, podemos contemplar cómo se forja en nuestro interior tanto el amor humano como el amor sobrenatural, ya que tenemos un mismo corazón para amar a Dios y a los otros.

Generalmente, el amor va abriéndose paso en el corazón humano cuando se descubre el atractivo del otro: su simpatía, su bondad. Es el caso del «muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces» (Jn 6,9). Da a Jesús todo lo que lleva, los panes y los peces, porque se ha dejado conquistar por el atractivo de Jesús. ¿He descubierto el atractivo del Señor?

A continuación, el enamoramiento, fruto de sentirse correspondido. Dice que «mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos» (Jn 6,2). Jesús les escuchaba, les hacía caso, porque sabía lo que necesitaban.

Jesucristo siente un poderoso atractivo por mí y quiere mi realización humana y sobrenatural. Me ama tal como soy, con mis miserias, porque pido perdón y, con su ayuda, sigo esforzándome.

«Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte Él solo» (Jn 6,15). Les dirá al día siguiente: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado» (Jn 6,26). Escribe san Agustín: «¡Cuántos hay que buscan a Jesús, guiados solamente por intereses temporales! (...) Apenas se busca a Jesús por Jesús».

La plenitud del amor es el amor de donación; cuando se busca el bien del amado, sin esperar nada a cambio, aunque sea al precio del sacrificio personal.

Hoy, yo le puedo decir: «Señor, que nos haces participar del milagro de la Eucaristía: te pedimos que no te escondas, que vivas con nosotros, que te veamos, que te toquemos, que te sintamos, que queramos estar siempre a tu lado, que seas el Rey de nuestras vidas y de nuestros trabajos» (San Josemaría).

LECTURA BREVE 2 Pe 3, 13-15a

 


LECTURA BREVE   2 Pe 3, 13-15a


Nosotros conforme a la promesa del Señor esperamos cielos nuevos y tierra nueva, en los que tiene su morada la santidad. Por eso, carísimos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad con toda diligencia que él os encuentre en paz, sin mancha e irreprensibles. Considerad esta paciente espera de nuestro Señor como una oportunidad para alcanzar la salud.


Contemplación ante la Cruz de Cristo



 CONTEMPLACIÓN ANTE LA CRUZ DE CRISTO 

No comprendo, Señor, tu Cruz, y la mía me duele demasiado como para entretenerme en ella complacido. Pero ante ti crucificado no puedo entregarme a discursos mentales, y decido adorarte, rindo mi pensamiento, agradecido y sin sentir humillación. 

 Ante tu Cruz, como ante la cruz de quienes sufren de muchas maneras, no sirve la evasión ni la ideología sobre el mal o sobre la posible injusticia que lo provoca. Me envuelve el silencio, me sobrecoge el dolor, hasta siento que me paralizo, un tanto escandalizado, porque vivo con recursos abundantes, lejos de quienes no tienen más que la enfermedad, la pobreza y la marginación.  

Tú me enseñas a compadecer, más que escandalizarme de mí mismo o a justificarme en mi suerte.  

Señor Jesucristo, el arte te ha representado de muchas formas crucificado, queriendo expresar lo inabarcable de tu amor. Hay quienes te imaginan y presentan con la belleza de un cuerpo perfecto, coronado como rey; otros, en cambio, te muestran deshecho, maltratado, sangrante. Es muy difícil plasmar cuanto quieres decirnos con el signo más elocuente del amor, que es dar la vida. 

 Prefiero, dentro de la admiración que me produce toda iconografía de tu cuerpo entregado, y la contemplación de las formas estéticas, atravesar la puerta de tu costado e introducirme en lo más hondo del misterio, que no sé describir, pero sé que es tu amor el que me abraza y responde a toda mi necesidad de relación.  Jesucristo, sé que no vale mirarte a ti, por dramática que sea la representación, y rehuír la mirada ante los que sufren. La contemplación de tu Cruz me ayuda a la hora de seguirte con la mía, y de prestar mis manos en socorro del peso que otros llevan. 

 Tienes razón al decir que quien desee ser discípulo tuyo que tome su cruz y te siga. He comprendido que Tú acompañas a cada uno, que no vamos solos por el camino del seguimiento, que Tú nos precedes, haces de guía y nos estimulas al mostrarnos la posibilidad de avanzar por el camino de la entrega.  

Tú nos acompañas con la cruz a cuestas, y nos invitas a ir detrás de ti sin refugiarnos en nuestro dolor, ni evadirnos de ayudar en lo posible a quienes soportan una carga mayor sobre sus hombros. 

 He comprendido que tanto ante la Cruz como ante ti en ella, solo es posible detenerse de manera positiva si se mantiene una relación íntima contigo. Ante tu cuerpo desnudo en la Cruz no sirve la estética, sino solo el silencio, la adoración, el sobrecogimiento. 

 Solo en la intimidad cabe besarte, amarte sin pudor, y sentir en tu entrega el mejor gesto, la palabra cumplida, la ternura sin dominio. 

 Cómo acompaña en la intimidad saberme en tu Cruz, y comprender que por ella, has hecho de la mía título de amor y profecía de bendición.  Tu adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu santa Cruz redimiste el mundo.

sábado, 24 de julio de 2021

Santo Evangelio 24 de julio 2021

  


Texto del Evangelio (Mt 13,24-30):

 En aquel tiempo, Jesús propuso a las gentes otra parábola, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: ‘Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?’. Él les contestó: ‘Algún enemigo ha hecho esto’. Dícenle los siervos: ‘¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?’. Díceles: ‘No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero’».



«Dejad que ambos crezcan juntos»


Rev. D. Manuel SÁNCHEZ Sánchez

(Sevilla, España)

Hoy consideramos una parábola que es ocasión para referirse a la vida de la comunidad en la que se mezclan, continuamente, el bien y el mal, el Evangelio y el pecado. La actitud lógica sería acabar con esta situación, tal como lo pretenden los criados: «¿Quieres que vayamos a recogerla?» (Mt 13,28). Pero la paciencia de Dios es infinita, espera hasta el último momento —como un padre bueno— la posibilidad del cambio: «Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega» (Mt 13,30).

Una realidad ambigua y mediocre, pero en ella crece el Reino. Se trata de sentirnos llamados a descubrir las señales del Reino de Dios para potenciarlo. Y, por otro lado, no favorecer nada que ayude a contentarnos en la mediocridad. No obstante, el hecho de vivir en una mezcla de bien y mal no debe impedir el avanzar en nuestra vida espiritual; lo contrario sería convertir nuestro trigo en cizaña. «Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?» (Mt 13,27). Es imposible crecer de otro modo, ni podemos buscar el Reino en ningún otro lugar que en esta sociedad en la que estamos. Nuestra tarea será hacer que nazca el Reino de Dios.

El Evangelio nos llama a no dar crédito a los “puros”, a superar los aspectos de puritanismo y de intolerancia que puedan haber en la comunidad cristiana. Fácilmente se dan actitudes de este tipo en todos los colectivos, por sanos que intenten ser. Encarados a un ideal, todos tenemos la tentación de pensar que unos ya lo hemos alcanzado, y que otros están lejos. Jesús constata que todos estamos en camino, absolutamente todos.

Vigilemos para no dejar que el maligno se cuele en nuestras vidas, cosa que ocurre cuando nos acomodamos al mundo. Decía santa Ángela de la Cruz que «no hay que dar oído a las voces del mundo, de que en todas partes se hace esto o aquello; nosotras siempre lo mismo, sin inventar variaciones, y siguiendo la manera de hacer las cosas, que son un tesoro escondido; son las que nos abrirán las puertas del cielo». Que la Santísima Virgen María nos conceda acomodarnos sólo al amor.


LECTURA BREVE Ga 2, 19b-20

 


LECTURA BREVE   Ga 2, 19b-20


Estoy crucificado con Cristo; vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mi. Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí.


Abandono y confianza en Dios




 EL ABANDONO Y LA CONFIANZA EN DIOS

 Jesús en Getsemaní oró diciendo: “Dios mío, que no se haga lo que yo quiero, sino lo que Tú quieres”. Los que confían en el Señor, cuando se encuentran con un muro infranqueable o una puerta cerrada, cuando experimentan la oscuridad de la noche, y los sacude alguna noticia fatal, pueden reaccionar con el silencio o con el grito de auxilio; en todo caso, saben que hay Otro que los mira y los oye, y en el límite de la prueba, sienten fuerza a pesar de la debilidad.  

 “Los que en ti confían no quedan defraudados” (Dn 3, 40-43). Los que confían en el Señor son como árboles plantados junto a la corriente, que no pierden el verdor aun en tiempo de sequía. Sorprende que la oración más intensa de Jesús acontezca en el Huerto de los Olivos, árboles de hoja perenne, símbolo de quien confía. 

 Los que confían en el Señor gustan la perfecta alegría, la que cabe experimentar en el momento de mayor contrariedad, porque viven la ocasión de saber que el gozo se funda en Dios y no en el favor recibido. 

 “Confiad siempre en Dios, Él es la Roca perpetua”. Los que confían en el Señor, son como el Monte Sión, no tiemblan ni temen el futuro, saben que en todo los acompañará la mano providente. Jesús pronuncia sin arredrarse su oración de Getsemaní ante el Monte Sión, frente al Monte del Templo.  

Los que confían en el Señor gustan la paz en su interior, y hasta el descanso del alma y la serenidad de la mente, porque cuando los asaltan las posibles especulaciones, saben trascenderlas y se fían de Dios. 

 Los que confían en el Señor, una vez que han realizado su tarea del mejor modo, no andan pendientes de su efecto, dejan que Dios infunda el incremento y dé el fruto fecundo, sin reivindicar la autoría.  Los que confían en el Señor no son personas ilusas o inconscientes ante la adversidad o el despojo. Les duele como a todos. Pero saben reaccionar y deciden mantenerse en actitud esperanzada. 

 Los que confían en el Señor,  además de apoyarse en recursos técnicos, económicos, sociales, logísticos y humanos, apelan en toda circunstancia al recurso de la fe, y no se sienten solos frente al abismo.  

Los que confían en el Señor no están libres de accidentes en el camino, pero tienen más posibilidades de evitarlos, porque no andan desasosegados y nerviosos.  

Los que confían en el Señor no lo hacen por incautos o irreales, como si no pisaran tierra. Guardan memoria y saben, por experiencia, que en otros momentos fuertes y dolorosos han contado con la asistencia del Señor y con la providencia de circunstancias bondadosas, como alivio en la fatiga.  

Los que confían en el Señor, cuando hacen todo lo que está en sus manos, no se angustian si no ven los resultados, sino que se fían de Dios, quien tiene su momento y su hora para actuar.  

Los que confían en el Señor conocen el secreto para vivir cada día con intensidad, sin quedar secuestrados en el ayer, ni hipotecados por lo acontecido, y sin evadirse ante un futuro que imaginan. Viven el presente de manera comprometida.

viernes, 23 de julio de 2021

Santo Evangelio 23 de julio 2021

 



 Texto del Evangelio (Mt 13,18-23): 

  En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumbe enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta».



«Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador»


P. Josep LAPLANA OSB Monje de Montserrat

(Montserrat, Barcelona, España)

Hoy contemplamos a Dios como un agricultor bueno y magnánimo, que siembra a manos llenas. No ha sido avaro en la redención del hombre, sino que lo ha gastado todo en su propio Hijo Jesucristo, que como grano enterrado (muerte y sepultura) se ha convertido en vida y resurrección nuestra gracias a su santa Resurrección.

Dios es un agricultor paciente. Los tiempos pertenecen al Padre, porque sólo Él conoce el día y la hora (cf. Mc 13,32) de la siega y la trilla. Dios espera. Y también nosotros debemos esperar sincronizando el reloj de nuestra esperanza con el designio salvador de Dios. Dice Santiago: «Ved como el labrador aguarda el fruto precioso de la tierra, esperando con paciencia las lluvias tempranas y tardías» (St 5,7). Dios espera la cosecha haciéndola crecer con su gracia. Nosotros tampoco podemos dormirnos, sino que debemos colaborar con la gracia de Dios prestando nuestra cooperación, sin poner obstáculos a esta acción transformadora de Dios.

El cultivo de Dios que nace y crece aquí en la tierra es un hecho visible en sus efectos; podemos verlos en los milagros auténticos y en los ejemplos clamorosos de santidad de vida. Son muchos los que, después de haber oído todas las palabras y el ruido de este mundo, sienten hambre y sed de escuchar la Palabra de Dios, auténtica, allí donde está viva y encarnada. Hay miles de personas que viven su pertenencia a Jesucristo y a la Iglesia con el mismo entusiasmo que al principio del Evangelio, ya que la palabra divina «halla la tierra donde germinar y dar fruto» (San Agustín); debemos, pues, levantar nuestra moral y encarar el futuro con una mirada de fe.

El éxito de la cosecha no radica en nuestras estrategias humanas ni en marketing, sino en la iniciativa salvadora de Dios “rico en misericordia” y en la eficacia del Espíritu Santo, que puede transformar nuestras vidas para que demos sabrosos frutos de caridad y de alegría contagiosa.