Novena Virgen del Carmen

viernes, 31 de enero de 2020

Santo Evangelio 31 de enero 2020



Día litúrgico: Viernes III del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 4,26-34): En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega».

Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra». Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado.


«El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano (...y) la tierra da el fruto por sí misma»

Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells
(Salt, Girona, España)

Hoy Jesús habla a la gente de una experiencia muy cercana a sus vidas: «Un hombre echa el grano en la tierra (...); el grano brota y crece (...). La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga» (Mc 4,26-28). Con estas palabras se refiere al Reino de Dios, que consiste en «la santidad y la gracia, la Verdad y la Vida, la justicia, el amor y la paz» (Prefacio de la Solemnidad de Cristo Rey), que Jesucristo nos ha venido a traer. Este Reino ha de ser una realidad, en primer lugar, dentro de cada uno de nosotros; después en nuestro mundo.

En el alma de cada cristiano, Jesús ha sembrado —por el Bautismo— la gracia, la santidad, la Verdad... Hemos de hacer crecer esta semilla para que fructifique en multitud de buenas obras: de servicio y caridad, de amabilidad y generosidad, de sacrificio para cumplir bien nuestro deber de cada instante y para hacer felices a los que nos rodean, de oración constante, de perdón y comprensión, de esfuerzo por conseguir crecer en virtudes, de alegría...

Así, este Reino de Dios —que comienza dentro de cada uno— se extenderá a nuestra familia, a nuestro pueblo, a nuestra sociedad, a nuestro mundo. Porque quien vive así, «¿qué hace sino preparar el camino del Señor (...), a fin de que penetre en él la fuerza de la gracia, que le ilumine la luz de la verdad, que haga rectos los caminos que conducen a Dios?» (San Gregorio Magno).

La semilla comienza pequeña, como «un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas» (Mc 4,31-32). Pero la fuerza de Dios se difunde y crece con un vigor sorprendente. Como en los primeros tiempos del cristianismo, Jesús nos pide hoy que difundamos su Reino por todo el mundo.

Nuevo sentido de la vida



Nuevo sentido de la vida

Padre Felipe Santos Campaña SDB



Desde que vivo en tu Esencialidad,
Nada temo, Virgen Madre.

Tu vida y tus misterio
Le han dado a mi vida
Un giro totalmente sagrado y nuevo.

Siento de forma distinta
La relación con la gente.

Pienso que hay que amarla
Con el corazón y con la mente.

Creo que hay que crear, Madre,
Nuevas relaciones entre la gente.

A veces no entiende este misterio
Que nos acerca a ser creativos
Y de la vida, limpias fuentes.

Amo un nuevo estilo de vida
En la gente a la que quiero.

Un estilo de vida que les haga
Ponerte a ti, como vía para el Centro.

No tengo miedo a amar
A la gente a la que quiero.

Se lo digo tranquilamente
Sin prejuicios ni aspavientos.



jueves, 30 de enero de 2020

Santo Evangelio 30 de Enero 2020



Día litúrgico: Jueves III del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 4,21-25): En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho? ¿No es para ponerla sobre el candelero? Pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado; nada ha sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto. Quien tenga oídos para oír, que oiga».

Les decía también: «Atended a lo que escucháis. Con la medida con que midáis, se os medirá y aun con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará».


«¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho?»

Rev. D. Àngel CALDAS i Bosch
(Salt, Girona, España)

Hoy, Jesús nos explica el secreto del Reino. Incluso utiliza una cierta ironía para mostrarnos que la “energía” interna que tiene la Palabra de Dios —la propia de Él—, la fuerza expansiva que debe extenderse por todo el mundo, es como una luz, y que esta luz no puede ponerse «debajo del celemín o debajo del lecho» (Mc 4,21).

¿Acaso podemos imaginarnos la estupidez humana que sería colocar la vela encendida debajo de la cama? ¡Cristianos con la luz apagada o con la luz encendida con la prohibición de iluminar! Esto sucede cuando no ponemos al servicio de la fe la plenitud de nuestros conocimientos y de nuestro amor. ¡Cuán antinatural resulta el repliegue egoísta sobre nosotros mismos, reduciendo nuestra vida al marco de nuestros intereses personales! ¡Vivir bajo la cama! Ridícula y trágicamente inmóviles: “ausentes” del espíritu.

El Evangelio —todo lo contrario— es un santo arrebato de Amor apasionado que quiere comunicarse, que necesita “decirse”, que lleva en sí una exigencia de crecimiento personal, de madurez interior, y de servicio a los otros. «Si dices: ¡Basta!, estás muerto», dice san Agustín. Y san Josemaría: «Señor: que tenga peso y medida en todo..., menos en el Amor».

«‘Quien tenga oídos para oír, que oiga’. Les decía también: ‘Atended a lo que escucháis’» (Mc 4,23-24). Pero, ¿qué quiere decir escuchar?; ¿qué hemos de escuchar? Es la gran pregunta que nos hemos de hacer. Es el acto de sinceridad hacia Dios que nos exige saber realmente qué queremos hacer. Y para saberlo hay que escuchar: es necesario estar atento a las insinuaciones de Dios. Hay que introducirse en el diálogo con Él. Y la conversación pone fin a las “matemáticas de la medida”: «Con la medida con que midáis, se os medirá y aun con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará» (Mc 4,24-25). Los intereses acumulados de Dios nuestro Señor son imprevisibles y extraordinarios. Ésta es una manera de excitar nuestra generosidad.

Nuestra Señora del Buen Consejo

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Nuestra Señora del Buen Consejo

Hna. Mercedes Colubi Tovar
  

Necesito un consejo, Madre mía.
Un consejo dado con cariño;
porque una madre sabe que es preferible
no aconsejar nada,
si no es en el regazo cariñoso
del amor que siente por su hijo.

Necesito no uno, sino mil consejos;
tal vez algunos se llaman “sabiduría”.

Necesito, Madre, la Sabiduría
al modo del Corazón de tu Hijo.
Saber, saber...,
... cómo vivir para la Alegría;
... cómo vivir a tope.
Vivir. Vivir...

Saber desentenderme de cadenas inútiles
que amargan y duelen.
Saber acoger el dolor verdadero
- mío y de otros –
y vivirlo en tu regazo.

Tú, que para aconsejarnos en el dolor,
fuiste la Mujer del STABAT,
la Madre de Belén y de Jerusalén,
la Madre de la cuna y de la cruz...

Virgen de la leche que alimenta a sus hijos
cuando ya nos quedamos sin palabras
y tan sólo alcanzamos a ponerte una vela
porque alguien se nos muere, se nos va...

Necesitamos de tu Sabiduría, Madre,
para sostenernos en pié
creyendo que la muerte (¡Oh, esa muerte a los 28 años!)
NO TIENE LA ÚLTIMA PALABRA...

... Nuestra Señora del Buen Consejo:
Ya ves cómo mi boli
pasa de un tema a otro,
de una situación a otra...,
Tal vez porque te necesitamos tanto
como Madre que arropa en su regazo
y suavemente nos acaricia el alma,

dejando en ella una sugerencia que alienta,
que endereza,
que nos sitúa en el Corazón de
“Aquél a quien traspasaron...”
De Aquél que vive
porque el Padre lo resucitó
y en Él vamos resucitando cada día...

Quizá sea éste tu mejor Consejo:
“Vete Resucitando a la ALEGRÍA.
Estás bien sostenido por la Roca.
Y es mi Hijo - tu hermano – garantía
del deseo que debes albergar
de querer VIVIR, vivir a tope,
por encima, o mejor,
ignorando roedoras pequeñeces.
Humildemente abierto el corazón
a este mundo
que gira y gira,
tantas veces sufriendo
tanto, tanto...
“Dios le concedió
una sabiduría e inteligencia extraordinarias,
y una mente abierta
como las playas junto al mar.” **

... Sabiduría que es también humilde fortaleza
para mantenerse en la postura justa
cuando median la violencia, la ingratitud, la envidia.

“Señor, dame tu Sabiduría
para que me proteja
y conozca tu Voluntad”

¿Has visto, Madre, al pasear por internet,
qué necesidad tan grande
hay de tu Consejo
positivo, alentador, limpio,
alegre, vivificante...,
tan pleno de Sentido?

Madre del Buen Consejo:
Ruega por nosotros.
Amén.

Mercedes Colubi

** (Antífona del día de San Isidoro, Breviario)



LECTURA BREVE Dt 15, 7-8


LECTURA BREVE Dt 15, 7-8

Si hay entre los tuyos un pobre, un hermano, en una ciudad tuya, en esa tierra tuya que va a darte el Señor, tu Dios, no endurezcas el corazón ni cierres la mano a tu hermano pobre.

miércoles, 29 de enero de 2020

Santo Evangelio 29 de Enero 2020



Día litúrgico: Miércoles III del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 4,1-20): En aquel tiempo, Jesús se puso otra vez a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a Él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción: «Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó enseguida por no tener hondura de tierra; pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento». Y decía: «Quien tenga oídos para oír, que oiga».

Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le preguntaban sobre las parábolas. El les dijo: «A vosotros se os ha dado comprender el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone».

Y les dice: «¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, entonces, comprenderéis todas las parábolas? El sembrador siembra la Palabra. Los que están a lo largo del camino donde se siembra la Palabra son aquellos que, en cuanto la oyen, viene Satanás y se lleva la Palabra sembrada en ellos. De igual modo, los sembrados en terreno pedregoso son los que, al oír la Palabra, al punto la reciben con alegría, pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y en cuanto se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumben enseguida. Y otros son los sembrados entre los abrojos; son los que han oído la Palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás concupiscencias les invaden y ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Y los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la Palabra, la acogen y dan fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento».


«El sembrador siembra la Palabra»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy escuchamos de labios del Señor la “Parábola del sembrador”. La escena es totalmente actual. El Señor no deja de “sembrar”. También en nuestros días es una multitud la que escucha a Jesús por boca de su Vicario —el Papa—, de sus ministros y... de sus fieles laicos: a todos los bautizados Cristo nos ha otorgado una participación en su misión sacerdotal. Hay “hambre” de Jesús. Nunca como ahora la Iglesia había sido tan católica, ya que bajo sus “alas” cobija hombres y mujeres de los cinco continentes y de todas las razas. Él nos envió al mundo entero (cf. Mc 16,15) y, a pesar de las sombras del panorama, se ha hecho realidad el mandato apostólico de Jesucristo.

El mar, la barca y las playas son substituidos por estadios, pantallas y modernos medios de comunicación y de transporte. Pero Jesús es hoy el mismo de ayer. Tampoco ha cambiado el hombre y su necesidad de enseñanza para poder amar. También hoy hay quien —por gracia y gratuita elección divina: ¡es un misterio!— recibe y entiende más directamente la Palabra. Como también hay muchas almas que necesitan una explicación más descriptiva y más pausada de la Revelación.

En todo caso, a unos y otros, Dios nos pide frutos de santidad. El Espíritu Santo nos ayuda a ello, pero no prescinde de nuestra colaboración. En primer lugar, es necesaria la diligencia. Si uno responde a medias, es decir, si se mantiene en la “frontera” del camino sin entrar plenamente en él, será víctima fácil de Satanás.

Segundo, la constancia en la oración —el diálogo—, para profundizar en el conocimiento y amor a Jesucristo: «¿Santo sin oración...? —No creo en esa santidad» (San Josemaría).

Finalmente, el espíritu de pobreza y desprendimiento evitará que nos “ahoguemos” por el camino. Las cosas claras: «Nadie puede servir a dos señores...» (Mt 6,24).

Nuestra Señora de todos los días.



Nuestra Señora de todos los días. 

 Louis Retif



Nuestra Señora de todos los días.
De siempre.
De las masas atareadas, desorientadas.
Los mismos colectivos, las mismas calles,
los mismos diarios.
Las mismas risas, las mismas tristezas.
Todos somos muy parecidos,
pendientes siempre
de nuestras preocupaciones cotidianas.
Nuestra Señora de las tareas aburridas,
Nuestra Señora del trabajo sin fin,
Nuestra Señora de los días sin alegrías,
Nuestra Señora de las noches sin descanso,
Nuestra Señora de los días inciertos,
de los finales de mes sin dinero,
Nuestra Señora de los años sin vacaciones...

Mujer de la casa, vecina solidaria,
disponible a toda hora y constante en la tarea:
de tu navidad sin alojamiento
a las privaciones de las villas y los ranchos.
De tus angustias de Madre
a nuestras inquietudes por los hijos.
De tus pequeños servicios
a nuestros gestos de ayuda.
De tu vida pobre pero gozosa
a nuestras envidias y cálculos.
Yo te saludo, María,
Por ser la Madre que necesitamos
Y que nunca nos falta.

LECTURA BREVE Jr 22, 3


LECTURA BREVE Jr 22, 3

Haced justicia y derecho, librad al oprimido de la mano del opresor; no abuséis del forastero, del huérfano y de la viuda; no derraméis sangre inocente en este lugar.

martes, 28 de enero de 2020

Santo Evangelio 28 de Enero 2020



Día litúrgico: Martes III del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 3,31-35): En aquel tiempo, llegan la madre y los hermanos de Jesús, y quedándose fuera, le envían a llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les responde: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?». Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».


«Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre»

Rev. D. Josep GASSÓ i Lécera
(Ripollet, Barcelona, España)

Hoy contemplamos a Jesús —en una escena muy concreta y, a la vez, comprometedora— rodeado por una multitud de gente del pueblo. Los familiares más próximos de Jesús han llegado desde Nazaret a Cafarnaum. Pero en vista de la cantidad de gente, permanecen fuera y lo mandan llamar. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan» (Mc 3,31).

En la respuesta de Jesús, como veremos, no hay ningún motivo de rechazo hacia sus familiares. Jesús se había alejado de ellos para seguir la llamada divina y muestra ahora que también internamente ha renunciado a ellos: no por frialdad de sentimientos o por menosprecio de los vínculos familiares, sino porque pertenece completamente a Dios Padre. Jesucristo ha realizado personalmente en Él mismo aquello que justamente pide a sus discípulos.

En lugar de su familia de la tierra, Jesús ha escogido una familia espiritual. Echa una mirada sobre los hombres sentados a su alrededor y les dice: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3,34-35). San Marcos, en otros lugares de su Evangelio, refiere otras de esas miradas de Jesús a su alrededor.

¿Es que Jesús nos quiere decir que sólo son sus parientes los que escuchan con atención su palabra? ¡No! No son sus parientes aquellos que escuchan su palabra, sino aquellos que escuchan y cumplen la voluntad de Dios: éstos son su hermano, su hermana, su madre.

Lo que Jesús hace es una exhortación a aquellos que se encuentran allí sentados —y a todos— a entrar en comunión con Él mediante el cumplimiento de la voluntad divina. Pero, a la vez, vemos en sus palabras una alabanza a su madre, María, la siempre bienaventurada por haber creído.

Nuestra Señora de los Dolores



Nuestra Señora de los Dolores

 Autor desconocido


¡Madre mía de los Dolores!,
Hermosa como ninguna.
Tu Hijo colgado en un madero,
Por culpa de todos los hombres.
Todos somos pecadores,
Y queremos curar ese ardor
Que sientes en tu Corazón
Cual puñales en ti clavados.
No te apartes de nuestro lado,
Que queremos la Salvación,
Que arrepentidos estamos, Bella flor,
¡Madre mía de los Dolores!

LECTURA BREVE St 2, 12-13


LECTURA BREVE St 2, 12-13

Hablad y actuad como quienes han de ser juzgados por una ley de libertad. Pues habrá un juicio sin misericordia para quien no practicó misericordia; pero la misericordia triunfa sobre el juicio.

lunes, 27 de enero de 2020

Santo Evangelio 27 de Enero 2020



Día litúrgico: Lunes III del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 3,22-30): En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Está poseído por Beelzebul» y «por el príncipe de los demonios expulsa los demonios». Entonces Jesús, llamándoles junto a sí, les decía en parábolas: «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá subsistir. Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin. Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear su casa. Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de pecado eterno». Es que decían: «Está poseído por un espíritu inmundo».


«El que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca»

Rev. D. Vicenç GUINOT i Gómez
(Sant Feliu de Llobregat, España)

Hoy, al leer el Evangelio del día, uno no sale de su asombro —“alucina”, como se dice en el lenguaje de la calle—. «Los escribas que habían bajado de Jerusalén» ven la compasión de Jesús por las gentes y su poder que obra en favor de los oprimidos, y —a pesar de todo— le dicen que «está poseído por Beelzebul» y «por el príncipe de los demonios expulsa los demonios» (Mc 3,22). Realmente uno queda sorprendido de hasta dónde pueden llegar la ceguera y la malicia humanas, en este caso de unos letrados. Tienen delante la Bondad en persona, Jesús, el humilde de corazón, el único Inocente y no se enteran. Se supone que ellos son los entendidos, los que conocen las cosas de Dios para ayudar al pueblo, y resulta que no sólo no lo reconocen sino que lo acusan de diabólico.

Con este panorama es como para darse media vuelta y decir: «¡Ahí os quedáis!». Pero el Señor sufre con paciencia ese juicio temerario sobre su persona. Como ha afirmado San Juan Pablo II, Él «es un testimonio insuperable de amor paciente y de humilde mansedumbre». Su condescendencia sin límites le lleva, incluso, a tratar de remover sus corazones argumentándoles con parábolas y consideraciones razonables. Aunque, al final, advierte con su autoridad divina que esa cerrazón de corazón, que es rebeldía ante el Espíritu Santo, quedará sin perdón (cf. Mc 3,29). Y no porque Dios no quiera perdonar, sino porque para ser perdonado, primero, uno ha de reconocer su pecado.

Como anunció el Maestro, es larga la lista de discípulos que también han sufrido la incomprensión cuando obraban con toda la buena intención. Pensemos, por ejemplo, en santa Teresa de Jesús cuando intentaba llevar a más perfección a sus hermanas.

No nos extrañe, por tanto, si en nuestro caminar aparecen esas contradicciones. Serán indicio de que vamos por buen camino. Recemos por esas personas y pidamos al Señor que nos dé aguante.

Nuestra Señora de los Angeles

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Nuestra Señora de los Angeles

Antonio Rodríguez  Mateo


Hay volteos de campanas,
ángeles las están tocando,
La del cielo Soberana,
a su gracia está llamando,
de su carita emanan,
amor, dulzura y encanto,
para su gente huelvana,
a la que ofrece su manto.

De ángeles la flor,
para Huelva dulzura,
de los niños el amor,
de todos la Virgen pura,
que es la Madre de Dios,
dice la Sagrada Escritura,
para Ella nuestra devoción,
cincuenta años ha que dura,

Y que sean muchos más,
tantos como Tú quieras,
Señora de nuestro altar,
hasta vernos a tu vera,
y con tus ángeles estar,
y el Hijo que nos dieras,
fruto de tu virginidad,
y de la Luz verdadera.

El cielo llorar quería,
porque tardabas en salir,
y sus lágrimas contenía,
al ver tu palio venir,
la tarde se oscurecía,
y la noche fue gentil,
porque todos sabían,
quién estaba allí.

La de ángeles Señora,
la Virgen Inmaculada,
la Madre Corredentora,
entre varales llevada,
el crepúsculo y la aurora,
con su cara sonrosada,
y expresión que nos devora,
¡Ay!, Madre Bienaventurada.


La música suena,
tus bambalinas se agitan,
ante tu carita serena,
serena y tan rebonita,
viene la Luna llena,
con una belleza exquisita,
con una carita sin pena,
y de una gracia infinita.

Cara aún más hermosa,
porque Tú has decidido,
que unas manos primorosas,
sientan tu cutis florido,
y vayas esplendorosa,
con tu blanco vestido,
en esa salida gozosa,
por los años transcurridos.

¡Ay!, azucena choquera.
¡Ay!, morena samaritana,
eterno jardín de primavera,
hermoso sol de la mañana,
pura y fresca ribera,
de una nave capitana,
en la que Dios pusiera,
tu trono de filigranas.

Con ropas de majestad,
entre blancas mantillas,
la tarde ve pasar,
pasar esa maravilla,
desde el palio al costal,
del faldón a la toquilla,
y esa faz sin igual,
de la frente a la barbilla.

La noche se funde ya,
al templo ha regresado,
se aquieta el varal,
el cirio han apagado,
Ella a solas está,
todo se ha terminado,
pero habrá otra levantá,
habrá otro día soñado.

LECTURA BREVE Ez 37, 12b-14


LECTURA BREVE Ez 37, 12b-14

Así dice el Señor. «Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que yo soy el Señor: os infundiré mi espíritu y viviréis, os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo el Señor lo digo y lo hago.» Oráculo del Señor.

Santo Evangelio 26 de Enero 2020



Día litúrgico: Domingo III (A) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 4,12-23): Cuando oyó que Juan había sido entregado, se retiró a Galilea. Y dejando Nazaret, vino a residir en Cafarnaúm junto al mar, en el término de Zabulón y Neftalí; para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: «¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, allende el Jordán, Galilea de los gentiles! El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que habitaban en paraje de sombras de muerte una luz les ha amanecido». Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: «Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado».

Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres». Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron. Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.


«Recorría Jesús toda Galilea»

Rev. D. Josep RIBOT i Margarit
(Tarragona, España)

Hoy, Jesús nos da una lección de “santa prudencia”, perfectamente compatible con la audacia y la valentía. En efecto, Él —que no teme proclamar la verdad— decide retirarse, al conocer que —tal como ya habían hecho con Juan Bautista— sus enemigos quieren matarlo a Él: «Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte» (Lc 13,31). —Si a quien pasó haciendo el bien, sus detractores intentaron dañarle, no te extrañe que también tú sufras persecuciones, como nos anunció el Señor.

«Cuando oyó que Juan había sido entregado, se retiró a Galilea» (Mt 4,12). Sería imprudente desafiar los peligros sin un motivo proporcionado. Solamente en la oración discernimos cuándo el silencio o inactividad —dejar pasar el tiempo— son síntomas de sabiduría, o de cobardía y falta de fortaleza. La paciencia, ciencia de la paz, ayuda a decidir con serenidad en los momentos difíciles, si no perdemos la visión sobrenatural.

«Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo» (Mt 4,23). Ni las amenazas, ni el miedo al qué dirán o las posibles críticas pueden retraernos de hacer el bien. Quienes estamos llamados a ser sal y luz, operadores del bien y de la verdad, no podemos ceder ante el chantaje de la amenaza, que tantas veces no pasará de ser un peligro hipotético o meramente verbal.

Decididos, audaces, sin buscar excusas para postergar la acción apostólica para “después”. Dicen que «el “después” es el adverbio de los vencidos». Por eso, san Josemaría recomendaba «una receta eficaz para tu espíritu apostólico: planes concretos, no de sábado a sábado, sino de hoy a mañana (...)».

Cumplir la voluntad de Dios, ser justos en cualquier ambiente, y seguir el dictamen de la conciencia bien formada exige una fortaleza que hemos de pedir para todos, porque el peligro de la cobardía es grande. Pidamos a nuestra Madre del Cielo que nos ayude a cumplir siempre y en todo la voluntad de Dios, imitando su fortaleza al pie de la Cruz.

Nuestra Señora de la Candelaria

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Nuestra Señora de la Candelaria

 A. Fernández Montes


(Saetas)

Tú estás llena, Madre mía,
de esa Gracia necesaria,
y el mismo cielo sabía
que Tú la ofreces el día
cuando sales, CANDELARIA.

De Plata va tu alegría
y Tu llanto va de azul,
sobre Tu pecho la Cruz
CANDELARIA, Madre mía,
cuando vas tras de Jesús.

LECTURA BREVE 1Tm 1, 12-13


LECTURA BREVE 1Tm 1, 12-13

Doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio. Yo primero fui blasfemo y perseguidor, e inferí ultrajes; pero fui acogido con toda misericordia, porque obré por ignorancia, en el tiempo de mi incredulidad.

sábado, 25 de enero de 2020

Santo Evangelio 25 de Enero 2020



Día litúrgico: 25 de Enero: La Conversión de san Pablo, apóstol

Texto del Evangelio (Mc 16,15-18): En aquel tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Éstas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien».


«Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva»

Rev. D. Josep GASSÓ i Lécera
(Ripollet, Barcelona, España)

Hoy, la Iglesia celebra la fiesta de la Conversión de san Pablo, apóstol. El breve fragmento del Evangelio según san Marcos recoge una parte del discurso acerca de la misión que confiere el Señor resucitado. Con la exhortación a predicar por todo el mundo va unida la tesis de que la fe y el bautismo son requisitos necesarios para la salvación: «El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará» (Mc 16,16). Además, Cristo garantiza que a los predicadores se les dará la facultad de hacer prodigios o milagros que habrán de apoyar y confirmar su predicación misionera (cf. Mc 16,17-18). La misión es grande —«Id por todo el mundo»—, pero no faltará el acompañamiento del Señor: «Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).

La oración colecta de hoy, propia de la fiesta, nos dice: «Oh Dios, que con la predicación del Apóstol san Pablo llevaste a todos lo pueblos al conocimiento de la verdad, concédenos, al celebrar hoy su conversión, que, siguiendo su ejemplo, caminemos hacia Ti como testigos de tu verdad». Una verdad que Dios nos ha concedido conocer y que tantas y tantas almas desearían poseer: tenemos la responsabilidad de transmitir hasta donde podamos este maravilloso patrimonio.

La Conversión de san Pablo es un gran acontecimiento: él pasa de perseguidor a convertido, es decir, a servidor y defensor de la causa de Cristo. Muchas veces, quizá, también nosotros mismos hacemos de “perseguidores”: como san Pablo, tenemos que convertirnos de “perseguidores” a servidores y defensores de Jesucristo.

Con Santa María, reconozcamos que el Altísimo también se ha fijado en nosotros y nos ha escogido para participar de la misión sacerdotal y redentora de su Hijo divino: Regina apostolorum, Reina de los apóstoles, ¡ruega por nosotros!; haznos valientes para dar testimonio de nuestra fe cristiana en el mundo que nos toca vivir.

Nuestra Señora de la Almudena



Nuestra Señora de la Almudena

 Autor desconocido


Virgen de la Almudena, 
rayo de luz en la muralla abierta, 
que vas de almena a almena 
abriéndote en oferta 
para ser de Madrid su nueva puerta.

Virgen de la Almudena,
-rompedora de agarenas murallas-
virgencita morena
que a Madrid avasallas,
venciéndole amor en mil batallas.

Virgen del a Almudena 
al balcón de Madrid siempre asomada, 
como una madre buena, 
solícita, alertada, 
sin quitar de tus hijos la mirada.

Virgen de la Almudena, 
desde esa ciudadela, que es ventana, 
nueva sonrisas estrena 
cada nueva mañana, 
sobre el todo Madrid, tu fiel peana.


LECTURA BREVE Hch 26, 16b-18

Me he dejado ver de ti para hacerte siervo mío y testigo de la visión en que me has visto y de otras que te manifestaré. Yo te sacaré de todos los peligros que te vengan de tu nación y de los gentiles. A éstos te envío ahora para que les abras los ojos y se conviertan de las tinieblas a la luz, del poder de Satanás a Dios; para que por la fe en mí reciban el perdón de los pecados y su parte en la herencia de los justos.

viernes, 24 de enero de 2020

Santo Evangelio 24 de Enero 2020



Día litúrgico: Viernes II del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mc 3,13-19): En aquel tiempo, Jesús subió al monte y llamó a los que Él quiso; y vinieron donde Él. Instituyó Doce, para que estuvieran con Él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios. Instituyó a los Doce y puso a Simón el nombre de Pedro; a Santiago el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el mismo que le entregó.


«Jesús subió al monte y llamó a los que Él quiso»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio condensa la teología de la vocación cristiana: el Señor elige a los que quiere para estar con Él y enviarlos a ser apóstoles (cf. Mc 3,13-14). En primer lugar, los elige: antes de la creación del mundo, nos ha destinado a ser santos (cf. Ef 1,4). Nos ama en Cristo, y en Él nos modela dándonos las cualidades para ser hijos suyos. Sólo en vistas a la vocación se entienden nuestras cualidades; la vocación es el “papel” que nos ha dado en la redención. Es en el descubrimiento del íntimo “por qué” de mi existencia cuando me siento plenamente “yo”, cuando vivo mi vocación.

¿Y para qué nos ha llamado? Para estar con Él. Esta llamada implica correspondencia: «Un día —no quiero generalizar, abre tu corazón al Señor y cuéntale tu historia—, quizá un amigo, un cristiano corriente igual a ti, te descubrió un panorama profundo y nuevo, siendo al mismo tiempo viejo como el Evangelio. Te sugirió la posibilidad de empeñarte seriamente en seguir a Cristo, en ser apóstol de apóstoles. Tal vez perdiste entonces la tranquilidad y no la recuperaste, convertida en paz, hasta que libremente, porque te dio la gana —que es la razón más sobrenatural—, respondiste que sí a Dios. Y vino la alegría, recia, constante, que sólo desaparece cuando te apartas de El» (San Josemaría).

Es don, pero también tarea: santidad mediante la oración y los sacramentos, y, además, la lucha personal. «Todos los fieles de cualquier estado y condición de vida están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, santidad que, aún en la sociedad terrena, promueve un modo más humano de vivir» (Concilio Vaticano II).

Así, podemos sentir la misión apostólica: llevar a Cristo a los demás; tenerlo y llevarlo. Hoy podemos considerar más atentamente la llamada, y afinar en algún detalle de nuestra respuesta de amor.

Nuestra Madre y Señora de los Dolores



Nuestra Madre y Señora de los Dolores

Antonio Rodríguez  Mateo

  
Virtuosos Dolores,
recorren la noche larga,
mustiando las flores,
ante su pena amarga,
tornando sus colores,
del lúcido al malva,
secuestrando sus olores,
como viento en calma.

Cabecean sus varales,
agitando las bambalinas,
muere la tarde,
el palio camina,
llora la Madre,
como nadie imagina,
también a los costales,
su llanto los ilumina.

Manto de orfebrería,
de rojo colorido,
y palio de fantasía,
sobre varales ceñido,
bajo él refulgía,
su rostro descolorido,
por la pena que tenía,
su corazón encogido.

Rumores le llegan,
de un Huerto de Olivos,
tachonado de estrellas,
y de cáliz votivo,
una profunda huella,
tiene a su pecho cautivo,
que a su alma sella,
con profundo suspiro.

Le agobia la pena,
por ver arrodillada,
la figura nazarena,
que en el Huerto es besada,
enjambre de colmena,
rompen la madrugada,
que aún resuenan,
en el fondo de su alma.

Madre y Señora,
Reina dolorida,
el dolor te devora,
¡ay! Madre querida,
la pena te ahoga,
con lágrimas rendidas,
por el Hijo que adoras,
y que va a perder la vida.

LECTURA BREVE Rm 14, 17-19


LECTURA BREVE Rm 14, 17-19

El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo, pues el que en esto sirve a Cristo es grato a Dios y acepto a los hombres. Por tanto, trabajemos por la paz y por nuestra mutua edificación.

Santo Evangelio 23 de Enero 2020



Día litúrgico: Jueves II del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 3,7-12): En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos hacia el mar, y le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón, una gran muchedumbre, al oír lo que hacía, acudió a Él. Entonces, a causa de la multitud, dijo a sus discípulos que le prepararan una pequeña barca, para que no le aplastaran. Pues curó a muchos, de suerte que cuantos padecían dolencias se le echaban encima para tocarle. Y los espíritus inmundos, al verle, se arrojaban a sus pies y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero Él les mandaba enérgicamente que no le descubrieran.


«Le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón»

Rev. D. Melcior QUEROL i Solà
(Ribes de Freser, Girona, España)

Hoy, todavía reciente el bautismo de Juan en las aguas del río Jordán, deberíamos recordar el talante de conversión de nuestro propio bautismo. Todos fuimos bautizados en un solo Señor, una sola fe, «en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo» (1Cor 12,13). He aquí el ideal de unidad: formar un solo cuerpo, ser en Cristo una sola cosa, para que el mundo crea.

En el Evangelio de hoy vemos cómo «una gran muchedumbre de Galilea» y también otra mucha gente procedente de otros lugares (cf. Mc 3,7-8) se acercan al Señor. Y Él acoge y procura el bien para todos, sin excepción. Esto lo hemos de tener muy presente durante el octavario de oración para la unidad de los cristianos.

Démonos cuenta de cómo, a lo largo de los siglos, los cristianos nos hemos dividido en católicos, ortodoxos, anglicanos, luteranos, y un largo etcétera de confesiones cristianas. Pecado histórico contra una de las notas esenciales de la Iglesia: la unidad.

Pero aterricemos en nuestra realidad eclesial de hoy. La de nuestro obispado, la de nuestra parroquia. La de nuestro grupo cristiano. ¿Somos realmente una sola cosa? ¿Realmente nuestra relación de unidad es motivo de conversión para los alejados de la Iglesia? «Que todos sean uno, para que el mundo crea» (Jn 17,21), ruega Jesús al Padre. Éste es el reto. Que los paganos vean cómo se relaciona un grupo de creyentes, que congregados por el Espíritu Santo en la Iglesia de Cristo tienen un solo corazón y una sola alma (cf. Hch 4,32-34).

Recordemos que, como fruto de la Eucaristía —a la vez que la unión de cada uno con Jesús— se ha de manifestar la unidad de la Asamblea, ya que nos alimentamos del mismo Pan para ser un solo cuerpo. Por tanto, lo que los sacramentos significan, y la gracia que contienen, exigen de nosotros gestos de comunión hacia los otros. Nuestra conversión es a la unidad trinitaria (lo cual es un don que viene de lo alto) y nuestra tarea santificadora no puede obviar los gestos de comunión, de comprensión, de acogida y de perdón hacia los demás.

Nuestra Madre de las Angustia



Nuestra Madre de las Angustias

 Federico Acosta


El cadáver del Hijo descansa en su regazo 
y la Madre le abraza con el último abrazo 
mientras muere de pena; traspasada en dolor 
acarician sus manos el cuerpo ya inerte 
del cadáver de Cristo que, después de su muerte,
les dejó para todos un legado de amor. 



Y en la noche de luto, en la noche de duelo, 
de estrellas que se mueren sin brillos en el cielo, 
en la noche que ahoga con tinieblas la luz, 
su Madre la proclama la mujer zamorana 
que se ofrece en silencio con alma castellana 
como si fuera hermana de Quien murió en la Cruz. 


Y el dulce Nuestra Madre, es la oración sencilla 
que al trono de la Virgen le rezan en Castilla 
la noche del silencio, la noche del dolor. 
Y en medio de su angustia la Virgen afligida 
en el último abrazo del Hijo ya sin vida,
nuestro pueblo le ofrece una prueba de amor.


LECTURA BREVE 1Co 12, 4-6


LECTURA BREVE 1Co 12, 4-6

Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de servicios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.

miércoles, 22 de enero de 2020

Santo Evangelio 22 de Enero 2020



Día litúrgico: Miércoles II del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 3,1-6): En aquel tiempo, entró Jesús de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio». Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?». Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano». Él la extendió y quedó restablecida su mano. En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra Él para ver cómo eliminarle.


«¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?»

Rev. D. Joaquim MESEGUER García
(Rubí, Barcelona, España)

Hoy, Jesús nos enseña que hay que obrar el bien en todo tiempo: no hay un tiempo para hacer el bien y otro para descuidar el amor a los demás. El amor que nos viene de Dios nos conduce a la Ley suprema, que nos dejó Jesús en el mandamiento nuevo: «Amaos unos a otros como yo mismo os he amado» (Jn 13,34). Jesús no deroga ni critica la Ley de Moisés, ya que Él mismo cumple sus preceptos y acude a la sinagoga el sábado; lo que Jesús critica es la interpretación estrecha de la Ley que han hecho los maestros y los fariseos, una interpretación que deja poco lugar a la misericordia.

Jesucristo ha venido a proclamar el Evangelio de la salvación, pero sus adversarios, lejos de dejarse convencer, buscan pretextos contra Él: «Había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle» (Mc 3,1-2). Al mismo tiempo que podemos ver la acción de la gracia, constatamos la dureza del corazón de unos hombres orgullosos que creen tener la verdad de su parte. ¿Experimentaron alegría los fariseos al ver aquel pobre hombre con la salud restablecida? No, todo lo contrario, se obcecaron todavía más, hasta el punto de ir a hacer tratos con los herodianos —sus enemigos naturales— para mirar de perder a Jesús, ¡curiosa alianza!

Con su acción, Jesús libera también el sábado de las cadenas con las cuales lo habían atado los maestros de la Ley y los fariseos, y le restituye su sentido verdadero: día de comunión entre Dios y el hombre, día de liberación de la esclavitud, día de la salvación de las fuerzas del mal. Nos dice san Agustín: «Quien tiene la conciencia en paz, está tranquilo, y esta misma tranquilidad es el sábado del corazón». En Jesucristo, el sábado se abre ya al don del domingo.