martes, 30 de noviembre de 2021

La Sencillez de la Palabra de Dios




 LA SENCILLEZ DE LA PALARA DE DIOS

Por Francisco Javier Colomina Campos

Estamos llegando ya al final del tiempo de Adviento. Durante este tiempo hemos ido preparando la venida del Señor a nuestras vidas. Y aunque la cercanía de las fechas navideñas nos apremie a ir culminando todos los preparativos de las fiestas, sin embargo no hemos de olvidar que todavía estamos en Adviento. En este cuarto domingo aparece la figura de María, la mujer del Adviento. Con ella damos los últimos pasos para preparar la venida del Redentor.

1. Dios prefiere lo sencillo. En la primera lectura de este domingo escuchamos la profecía de Miqueas, que subraya el origen humilde de la ciudad de Belén. A pesar de su pequeñez, Belén es una ciudad importante, pues de ella procede el rey David. El profeta, al referirse a esta ciudad davídica, anuncia que de ella nacerá el “jefe de Israel”, que pastoreará con la fuerza del Señor, que se mostrará grande en toda la tierra y que traerá la paz. Es el anuncio de un Mesías rey, señor de Israel y de todo el mundo, que viene para gobernar con el poder de Dios. Esta profecía se cumple en Cristo, descendiente de David, que se sentará en el trono de su padre. La providencia hizo que Jesús naciera en Belén, la ciudad de David, cumpliendo así lo que anunciaba el profeta Miqueas. Es hermoso descubrir que Dios prefiere las cosas sencillas, pues escoge una pequeña ciudad, Belén, para el nacimiento del Salvador. No importa por tanto el número de habitantes o de casas que tenga una ciudad, ni la importancia comercial de ésta. Así Dios demuestra que busca las cosas sencillas. Belén de Efratá, pequeña entre las ciudades de Judá, será la cuna en la que nacerá el Mesías.

2. La sencillez de María. En la liturgia de la palabra de este cuarto domingo de Adviento no sólo descubrimos la sencillez que Dios prefiere por la ciudad en la que ha decidido nacer, sino que también lo vemos en la sencillez de la mujer que ha escogido como Madre de su Hijo. En el pasaje del Evangelio de hoy descubrimos a María en el momento de la Visitación. Isabel, que está en cinta esperando el nacimiento de su hijo Juan el Bautista, recibe en su casa la visita de María, que lleva en sus entrañas al Salvador. La presencia de María llena la casa de Isabel de alegría, y la criatura que lleva en su vientre salta de gozo al encontrar la presencia de Dios hecho hombre en su casa. Isabel alaba la grandeza de María, proclamando a María bendita entre todas las mujeres. Isabel reconoce la grandeza de la Virgen. Sin embargo María no alardea de su privilegio de ser Madre de Dios, sino que más bien al contrario, con el mismo espíritu con el que aceptó la propuesta del Ángel Gabriel el día de la Anunciación, María se reconoce a sí misma como esclava, mujer sencilla en la que Dios se ha fijado para hacer cosas grandes. María es ejemplo para nosotros de sencillez y humildad, hasta el punto de ponerse en las manos de Dios confiando en su palabra. Así lo proclama Isabel: “Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.

3. Aquí estoy para hacer tu voluntad. La carta a los Hebreos, citando el salmo 40, nos habla de la Encarnación: “Cuando Cristo entró en el mundo…”. El autor de esta carta reinterpreta el salmo, y donde dice originalmente “me abriste el oído”, el autor de la carta del Nuevo Testamento lo sustituye con la afirmación “pero me has preparado un cuerpo”. Presenta a Cristo, Dios encarnado, dispuesto a cumplir la voluntad de Dios. Cristo no hace como los sacerdotes de la Antigua Alianza, que ofrecían diariamente diversos animales a Dios como holocausto y sacrificio pidiendo el perdón de los pecados, sino que más bien se ofrece a sí mismo. Es la entrega redentora del Salvador, que nace para entregar su vida. De este Modo, el Señor supera los sacrificios antiguos, siendo Él mismo la víctima humilde ofrecida por el perdón de los pecados.

En vísperas de la Navidad, pero todavía en el Adviento, la palabra de Dios nos habla hoy de sencillez. Es la preferencia de Dios, pues elige las cosas sencillas: una ciudad pequeña para nacer, del seno de una humilde muchacha. Es la sencillez y la humildad lo que nos capacita para poder cumplir la voluntad de Dios. Isabel alaba a María porque ha creído en la palabra del Señor, y la carta a los Hebreos nos presenta a Cristo, Dios hecho hombre, dispuesto a cumplir la voluntad de Dios. Que estos últimos días de Adviento nos ayuden a fijarnos en la sencillez que Dios prefiere y que abra nuestro corazón a cumplir con fidelidad lo que el Señor quiere de nosotros.

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