sábado, 30 de junio de 2018

Santo Evangelio 30 de junio 2018


Día litúrgico: Sábado XII del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mt 8,5-17): En aquel tiempo, al entrar en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos». Dícele Jesús: «Yo iré a curarle». Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace». Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos, mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes». Y dijo Jesús al centurión: «Anda; que te suceda como has creído». Y en aquella hora sanó el criado. 

Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. Le tocó la mano y la fiebre la dejó; y se levantó y se puso a servirle. Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; Él expulsó a los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos, para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: «Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades».


«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano»

Rev. D. Xavier JAUSET i Clivillé 
(Lleida, España)

Hoy, en el Evangelio, vemos el amor, la fe, la confianza y la humildad de un centurión, que siente una profunda estima hacia su criado. Se preocupa tanto de él, que es capaz de humillarse ante Jesús y pedirle: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos» (Mt 8,6). Esta solicitud por los demás, especialmente para con un siervo, obtiene de Jesús una pronta respuesta: «Yo iré a curarle» (Mt 8,7). Y todo desemboca en una serie de actos de fe y confianza. El centurión no se considera digno y, al lado de este sentimiento, manifiesta su fe ante Jesús y ante todos los que estaban allí presentes, de tal manera que Jesús dice: «En Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande» (Mt 8,10).

Podemos preguntarnos qué mueve a Jesús para realizar el milagro. ¡Cuántas veces pedimos y parece que Dios no nos atiende!, y eso que sabemos que Dios siempre nos escucha. ¿Qué sucede, pues? Creemos que pedimos bien, pero, ¿lo hacemos como el centurión? Su oración no es egoísta, sino que está llena de amor, humildad y confianza. Dice san Pedro Crisólogo: «La fuerza del amor no mide las posibilidades (...). El amor no discierne, no reflexiona, no conoce razones. El amor no es resignación ante la imposibilidad, no se intimida ante dificultad alguna». ¿Es así mi oración?

«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo...» (Mt 8,8). Es la respuesta del centurión. ¿Son así tus sentimientos? ¿Es así tu fe? «Sólo la fe puede captar este misterio, esta fe que es el fundamento y la base de cuanto sobrepasa a la experiencia y al conocimiento natural» (San Máximo). Si es así, también escucharás: «‘Anda; que te suceda como has creído’. Y en aquella hora sanó el criado» (Mt 8,13).

¡Santa María, Virgen y Madre!, maestra de fe, de esperanza y de amor solícito, enséñanos a orar como conviene para conseguir del Señor todo cuanto necesitamos.

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Como lo hiciste en María



Como lo hiciste en María


Hna. Teresa del Carmen Rodríguez Perez 


Amasa mi barro Padre
moldea mi vida entera,
con tu paciencia y amor
haz una vasija nueva.

Con la brisa de tu Espíritu
como lo hiciste en María
acaricia mi alma pobre
y yo seré tu alegría.

En ese molde sagrado
Yo quiero dejar mi vida
Y que esta tu pobre Tere 
sea reflejo día a día
De tu hijo, oh señor
como lo fue tu María.

Oh Madre mía y de Dios,
estréchame en tu regazo,
guárdame en tu corazón
quiero quedarme en tu abrazo.

Amasa mi barro Madre
júntalo con tu arcilla
y en esta unión de las dos
yo reflejaré tu vida


LECTURA BREVE Flp 4, 8. 9b


LECTURA BREVE   Flp 4, 8. 9b

Todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta, hermanos. Y el Dios de la paz estará con vosotros.

viernes, 29 de junio de 2018

Santo Evangelio 29 de junio 2018


Día litúrgico: 29 de Junio: San Pedro y san Pablo, apóstoles

Texto del Evangelio (Mt 16,13-19): En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».


«Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo»

Mons. Jaume PUJOL i Balcells Arzobispo de Tarragona y Primado de Cataluña 
(Tarragona, España)

Hoy celebramos la solemnidad de San Pedro y San Pablo, los cuales fueron fundamentos de la Iglesia primitiva y, por tanto, de nuestra fe cristiana. Apóstoles del Señor, testigos de la primera hora, vivieron aquellos momentos iniciales de expansión de la Iglesia y sellaron con su sangre la fidelidad a Jesús. Ojalá que nosotros, cristianos del siglo XXI, sepamos ser testigos creíbles del amor de Dios en medio de los hombres tal como lo fueron los dos Apóstoles y como lo han sido tantos y tantos de nuestros conciudadanos.

En una de las primeras intervenciones del Papa Francisco, dirigiéndose a los cardenales, les dijo que hemos de «caminar, edificar y confesar». Es decir, hemos de avanzar en nuestro camino de la vida, edificando a la Iglesia y confesando al Señor. El Papa advirtió: «Podemos caminar tanto como queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, alguna cosa no funciona. Acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia, esposa del Señor».

Hemos escuchado en el Evangelio de la misa un hecho central para la vida de Pedro y de la Iglesia. Jesús pide a aquel pescador de Galilea un acto de fe en su condición divina y Pedro no duda en afirmar: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Inmediatamente, Jesús instituye el Primado, diciendo a Pedro que será la roca firme sobre la cual se edificará la Iglesia a lo largo de los tiempos (cf. Mt 16,18) y dándole el poder de las llaves, la potestad suprema.

Aunque Pedro y sus sucesores están asistidos por la fuerza del Espíritu Santo, necesitan igualmente de nuestra oración, porque la misión que tienen es de gran trascendencia para la vida de la Iglesia: han de ser fundamento seguro para todos los cristianos a lo largo de los tiempos; por tanto, cada día nosotros hemos de rezar también por el Santo Padre, por su persona y por sus intenciones.

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Como lluvia


Como lluvia

Rafael Ángel Marañón

  
Como arroyo que mana en las montañas 
Y al valle riega y da de su agua pura
Así me llega tuya la frescura 
Que me aviva y me anima las entrañas. 

Como alondra que tiembla bajo el frío 
De la noche inclemente, interminable, 
Y vibra cuando el sol calienta amable,
Así mi alma sufre escalofrío. 

Mi alma vive seca e indecisa, 
Hasta que de María se derrama 
Su aroma que me torna el llanto en risa. 

Y templada, pacífica, y sumisa, 
En la paz y el reposo del que ama
Ya goza sin temores y sin prisa. 

LECTURA BREVE 2Co 4, 13-14


LECTURA BREVE   2Co 4, 13-14

Como somos impulsados por el mismo poder de la fe -del que dice la Escritura: «Creí, por eso hablé»-, también nosotros creemos, y por eso hablamos. Y sabemos que aquel que resucitó a Jesús nos resucitará también a nosotros con Jesús, y nos hará aparecer en su presencia juntamente con vosotros.

jueves, 28 de junio de 2018

Santo Evangelio 28 de Junio 2018


Día litúrgico: Jueves XII del tiempo ordinario

Santoral 28 de Junio: San Ireneo de Lyon, obispo y mártir

Texto del Evangelio (Mt 7,21-29): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’. Y entonces les declararé: ‘¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!’. 

»Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».

Y sucedió que, cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas.


«No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos»

Rev. D. Joan Pere PULIDO i Gutiérrez Secretario del obispo de Sant Feliu 
(Sant Feliu de Llobregat, España)

Hoy nos impresiona la afirmación rotunda de Jesús: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial» (Mt 7,21). Por lo menos, esta afirmación nos pide responsabilidad en nuestra condición de cristianos, al mismo tiempo que sentimos la urgencia de dar buen testimonio de la fe.

Edificar la casa sobre roca es una imagen clara que nos invita a valorar nuestro compromiso de fe, que no puede limitarse solamente a bellas palabras, sino que debe fundamentarse en la autoridad de las obras, impregnadas de caridad. Uno de estos días de junio, la Iglesia recuerda la vida de san Pelayo, mártir de la castidad, en el umbral de la juventud. San Bernardo, al recordar la vida de Pelayo, nos dice en su tratado sobre las costumbres y ministerio de los obispos: «La castidad, por muy bella que sea, no tiene valor, ni mérito, sin la caridad. Pureza sin amor es como lámpara sin aceite; pero dice la sabiduría: ¡Qué hermosa es la sabiduría con amor! Con aquel amor del que nos habla el Apóstol: el que procede de un corazón limpio, de una conciencia recta y de una fe sincera».

La palabra clara, con la fuerza de la caridad, manifiesta la autoridad de Jesús, que despertaba asombro en sus conciudadanos: «La gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas» (Mt 7,28-29). Nuestra plegaria y contemplación de hoy, debe ir acompañada por una reflexión seria: ¿cómo hablo y actúo en mi vida de cristiano? ¿Cómo concreto mi testimonio? ¿Cómo concreto el mandamiento del amor en mi vida personal, familiar, laboral, etc.? No son las palabras ni las oraciones sin compromiso las que cuentan, sino el trabajo por vivir según el Proyecto de Dios. Nuestra oración debería expresar siempre nuestro deseo de obrar el bien y una petición de ayuda, puesto que reconocemos nuestra debilidad.

-Señor, que nuestra oración esté siempre acompañada por la fuerza de la caridad.

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Como el que por el bosque


Como el que por el bosque

 P. Antonio Márquez Fernández, S.D.B.


Como el que por el bosque anda perdido
hurtándole la sombra la luz pura
y de salir de aquella zona oscura
guarda esperanza y de un guía entendido;

como el barco en la mar se halla rendido
de combatir la furia y la bravura
de las olas y sueña la dulzura
del puerto, si de nieblas circuido;

como llora la tórtola su caro
nido por un zagal crüel deshecho
y otro verá la nueva primavera,

así -perdido yo- hallaré derecho
sendero y puerto de fulgores claro
y un nido de alma paz mi pecho espera,

por Ti, de amor hoguera,
¡oh blando nido, oh dulce puerto, oh guía,
Madre de Dios y tierna Madre mía..!



LECTURA BREVE Hb 12, 1b-2


LECTURA BREVE   Hb 12, 1b-2

Después de habernos despojado de todo el peso y del equipaje que nos distraía, corramos también nosotros con firmeza y constancia la carrera para nosotros preparada. Llevemos los ojos fijos en Jesús, caudillo y consumador de la fe, quien, para ganar el gozo que se le ofrecía, sufrió con toda constancia la cruz, pasando por encima de su ignominia; y está sentado a la diestra del trono de Dios.

miércoles, 27 de junio de 2018

Santo Evangelio 27 de junio 2018



Día litúrgico: Miércoles XII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 7,15-20): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis».


«Por sus frutos los reconoceréis»

+ Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret 
(Vic, Barcelona, España)

Hoy, se nos presenta ante nuestra mirada un nuevo contraste evangélico, entre los árboles buenos y malos. Las afirmaciones de Jesús al respecto son tan simples que parecen casi simplistas. ¡Y justo es decir que no lo son en absoluto! No lo son, como no lo es la vida real de cada día.

Ésta nos enseña que hay buenos que degeneran y acaban dando frutos malos y que, al revés, hay malos que cambian y acaban dando frutos buenos. ¿Qué significa, pues, en definitiva, que «todo árbol bueno da frutos buenos (Mt 7,17)»? Significa que el que es bueno lo es en la medida en que no desfallece obrando el bien. Obra el bien y no se cansa. Obra el bien y no cede ante la tentación de obrar el mal. Obra el bien y persevera hasta el heroísmo. Obra el bien y, si acaso llega a ceder ante el cansancio de actuar así, de caer en la tentación de obrar el mal, o de asustarse ante la exigencia innegociable, lo reconoce sinceramente, lo confiesa de veras, se arrepiente de corazón y... vuelve a empezar.

¡Ah! Y lo hace, entre otras razones, porque sabe que si no da buen fruto será cortado y echado al fuego (¡el santo temor de Dios guarda la viña de las buenas vides!), y porque, conociendo la bondad de los demás a través de sus buenas obras, sabe, no sólo por experiencia individual, sino también por experiencia social, que él sólo es bueno y puede ser reconocido como tal a través de los hechos y no de las solas palabras.

No basta decir: «Señor, Señor!». Como nos recuerda Santiago, la fe se acredita a través de las obras: «Muéstrame tu fe sin las obras, que yo por las obras te haré ver mi fe» (Sant 2,18).

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Como el manto de estrellas


Como el manto de estrellas


Rafael Ángel Marañón

  

Como el manto de estrellas que un día,
Alumbró al patriarca Abrahán,
Así encienda la luz de María,
Mi sendero hacia mi rabadán. 

Mi camino ilumina su magia,
Su piedad que devuelve el aliento,
Y en mi pecho rendido presagia
Una vida de eterno contento. 

Es la magia del hecho divino,
En la aurora de la redención,
Es un canto feliz, cristalino,
Siempre pleno de luz y emoción. 

Es María como hada madrina
Siempre presta a donarme un favor,
Como dulce y vital golosina
Que me llena de gloria y amor. 

Nunca madre por buena que sea, 
Lo será como ha sido María;
Es sublime y fulgente presea,
Y es también mi bendita utopía.


LECTURA BREVE Col 3, 23-24


LECTURA BREVE   Col 3, 23-24

Lo que hacéis, hacedlo con toda el alma, como para servir al Señor y no a los hombres: sabiendo bien que recibiréis del Señor en recompensa la herencia. Servid a Cristo Señor.

martes, 26 de junio de 2018

Santo Evangelio 26 de junio 2018


Día litúrgico: Martes XII del tiempo ordinario

Santoral 26 de Junio: San Josemaría, presbítero

Texto del Evangelio (Mt 7,6.12-14): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen. Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas. Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran».

«No deis a los perros lo que es santo»

Diácono D. Evaldo PINA FILHO 
(Brasilia, Brasil)

Hoy, el Señor nos hace tres recomendaciones. La primera, «No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos» (Mt 7,6), contrastes en que los “bienes” son asociados a “perlas” y lo “que es santo”; y, por otro lado, los “perros y puercos” a lo que es impuro. San Juan Crisóstomo nos enseña que «nuestros enemigos son iguales a nosotros en su naturaleza pero no en su fe». A pesar de que los beneficios terrenales son concedidos de igual manera a los dignos e indignos, no es así en lo que se refiere a las “gracias espirituales”, privilegio de aquellos que son fieles a Dios. La correcta distribución de los bienes espirituales implica un celo por las cosas sagradas.

La segunda es la llamada “regla de oro” (cf. Mt 7,12), que compendiaba todo lo que la Ley y los Profetas recomendaron, tal como ramas de un único árbol: El amor al prójimo presupone el Amor a Dios, y de Él proviene.

Hacer al prójimo lo que queremos que nos hagan implica una transparencia de acciones para con el otro, en el reconocimiento de su semejanza a Dios, de su dignidad. ¿Por qué razón deseamos el Bien para nosotros mismos? Porque lo reconocemos como medio de identificación y unión con el Creador. Siendo el Bien el único medio para la vida en plenitud, es inconcebible su ausencia en nuestra relación con el prójimo. No hay lugar para el bien donde prevalezca la falsedad y predomine el mal.

Por último, la "puerta estrecha"... El Papa Benedicto XVI nos pregunta: «¿Qué significa esta ‘puerta estrecha’? ¿Por qué muchos no pueden pasar por ella? ¿Es un pasaje reservado para algunos elegidos?». ¡No! El mensaje de Cristo «nos dice que todos podemos entrar en la vida. El pasaje es ‘estrecho’, pero abierto a todos; ‘estrecho’ porque es exigente, requiere compromiso, abnegación, mortificación del propio egoísmo».

Roguemos al Señor que realizó la salvación universal con su muerte y resurrección, que nos reúna a todos en el Banquete de la vida eterna.

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Como el cántaro en la fuente



Como el cántaro en la fuente

 Fray Ángel Martín Fernández


Todos dicen lo mismo, que Dios tiene
fijos los tiernos ojos en María.

El ángel la miraba enajenado:
Bendita como nadie, le decía,
te ha llenado el Señor
de sí, como se llena
el cántaro en la fuente.

Llena de Dios,
habla Isabel también, a borbotones:
Dios te salve, María:
nieve encendida
de tanta luz, 
embriagado racimo del viñedo de Dios,
te ha llenado de sí, como se llena
el cántaro en la fuente, 
la gracia innumerable del Señor.

Laguna azul donde se lava 
la sonrisa de Dios, ciprés perfecto
que reza fiel, juntas las manos,
rosa encendida como llamarada
de sangre, húmeda orilla
donde acuden cervatos y palomas, 
bendita tú, repleta
de Dios, como se llena
el cántaro en la fuente, 
rebosa en ti su gracia innumerable.


LECTURA BREVE Dt 30, 11. 14


LECTURA BREVE   Dt 30, 11. 14

El precepto que yo te mando hoy no es cosa que te exceda, ni inalcanzable; el mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo.

lunes, 25 de junio de 2018

Santo Evangelio 25 de junio 2018



Día litúrgico: Lunes XII del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mt 7,1-5): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: ‘Deja que te saque la brizna del ojo’, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano».


«Con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá»

Rev. D. Jordi POU i Sabater 
(Sant Jordi Desvalls, Girona, España)

Hoy, el Evangelio me ha recordado las palabras de la Mariscala en El caballero de la Rosa, de Hug von Hofmansthal: «En el cómo está la gran diferencia». De cómo hagamos una cosa cambiará mucho el resultado en muchos aspectos de nuestra vida, sobre todo, la espiritual.

Jesús dice: «No juzguéis, para que no seáis juzgados» (Mt 7,1). Pero Jesús también había dicho que hemos de corregir al hermano que está en pecado, y para eso es necesario haber hecho antes algún tipo de juicio. San Pablo mismo en sus escritos juzga a la comunidad de Corinto y san Pedro condena a Ananías y a su esposa por falsedad. A raíz de esto, san Juan Crisóstomo justifica: «Jesús no dice que no hemos de evitar que un pecador deje de pecar, hemos de corregirlo sí, pero no como un enemigo que busca la venganza, sino como el médico que aplica un remedio». El juicio, pues, parece que debiera hacerse sobre todo con ánimo de corregir, nunca con ánimo de venganza.

Pero todavía más interesante es lo que dice san Agustín: «El Señor nos previene de juzgar rápida e injustamente (...). Pensemos, primero, si nosotros no hemos tenido algún pecado semejante; pensemos que somos hombres frágiles, y [juzguemos] siempre con la intención de servir a Dios y no a nosotros». Si cuando vemos los pecados de los hermanos pensamos en los nuestros, no nos pasará, como dice el Evangelio, que con una viga en el ojo queramos sacar la brizna del ojo de nuestro hermano (cf. Mt 7,3).

Si estamos bien formados, veremos las cosas buenas y las malas de los otros, casi de una manera inconsciente: de ello haremos un juicio. Pero el hecho de mirar las faltas de los otros desde los puntos de vista citados nos ayudará en el cómo juzguemos: ayudará a no juzgar por juzgar, o por decir alguna cosa, o para cubrir nuestras deficiencias o, sencillamente, porque todo el mundo lo hace. Y, para acabar, sobre todo tengamos en cuenta las palabras de Jesús: «Con la medida con que midáis se os medirá» (Mt 7,2).

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¿Cómo fue aquello, María, cómo fue?



¿Cómo fue aquello, María, cómo fue? 

Joaquín L. Ortega
  

I
¿Cómo fue aquello, María,
cómo fue?
¿Cómo sonó en tus oídos
el anuncio de Gabriel?
¿De donde sacaste un sí
tan afinado y tan fiel?
Y ¿qué te pareció el nombre
que traía el churumbel?
¿Qué sentiste en tus entrañas
al habitártelas él!
Y cuando te vio preñada
¿qué te dijo tu José?
¿Cómo fue aquello, María, 
cómo fue?

II
¡Hay que ver con qué presteza 
te fuiste para Ain Karén!
Esperabas que su primo 
saludara a tu Enmanuel 
retozando de alegría 
en el vientre de Isabel? 
!Y vaya, las alabanzas 
de tu prima, qué joyel!
“Bendita entre las mujeres”. 
Aunque lo dijo Isabel 
¿no te pareció, María, 
un requiebro de Yavé?
¡Pues anda que tu respuesta!
¿Se te ocurrió de repente 
el “magníficat” aquel?
¿Te salió de tus adentros 
o hablabas por boca de él?
¿Cómo fue aquello, María,
cómo fue?

III
Y ¿en qué pensabas, María, 
cuando llegaste a Belén? 
¿Tú hablabas con él por dentro? 
¿Tú lo sentías crecer? 
Que al ser hombre y Dios al tiempo 
¡hay que ver qué gravidezl 
Y el parto, ¿cómo fue el parto? 
¿Con qué tuvo más que ver? 
¿Con el capullo que estalla, 
con un regato al nacer 
o con el sol que amanece 
y todo se inunda de él? 
Y una vez que hubo nacido 
¿que hacíais tú y tu José? 
¿Os lo comíais a besos 
o lo adorabais con fe? 
¿Cómo fue aquello, María, 
cómo fue?

IV
Y ¿cómo fue, sobre todo, 
tras el lío de Belén 
?ángeles, reyes, pastores? 
vuestra vida en Nazaret? 
Aquellas largas jornadas,
aquel entregarse a él.
Él se agarraba a tu pecho
y tú le decías ¿qué?
Él volvía de la escuela
y ¿qué decía José?
¿De qué hablabais 
cuando hablabais?
¿En qué pensabais tú y él?
Sé que todo lo guardabas
muy dentro de tu alma fiel.
Por eso te lo pregunto
-y ya por última vez-
¿Cómo fue aquello, María,
como fue?


LECTURA BREVE Sb 15, 1. 3


LECTURA BREVE   Sb 15, 1. 3

Tú, Dios nuestro, eres bueno, leal y paciente, y con misericordia gobiernas todas las cosas. La perfecta justicia consiste en conocerte a ti, y reconocer tu poder es la raíz de la inmortalidad.

domingo, 24 de junio de 2018

Santo Evangelio 24 de junio 2018



Día litúrgico: 24 de Junio: El Nacimiento de san Juan Bautista


7-66.80): Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: ‘Juan es su nombre’. Y todos quedaron admirados. 

Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues ¿qué será este niño?». Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.


«El niño crecía y su espíritu se fortalecía»

Rev. D. Joan MARTÍNEZ Porcel 
(Barcelona, España)

Hoy, celebramos solemnemente el nacimiento del Bautista. San Juan es un hombre de grandes contrastes: vive el silencio del desierto, pero desde allí mueve las masas y las invita con voz convincente a la conversión; es humilde para reconocer que él tan sólo es la voz, no la Palabra, pero no tiene pelos en la lengua y es capaz de acusar y denunciar las injusticias incluso a los mismos reyes; invita a sus discípulos a ir hacia Jesús, pero no rechaza conversar con el rey Herodes mientras está en prisión. Silencioso y humilde, es también valiente y decidido hasta derramar su sangre. ¡Juan Bautista es un gran hombre!, el mayor de los nacidos de mujer, así lo elogiará Jesús; pero solamente es el precursor de Cristo.

Quizás el secreto de su grandeza está en su conciencia de saberse elegido por Dios; así lo expresa el evangelista: «El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel» (Lc 1,80). Toda su niñez y juventud estuvo marcada por la conciencia de su misión: dar testimonio; y lo hace bautizando a Cristo en el Jordán, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto y, al final de su vida, derramando su sangre en favor de la verdad. Con nuestro conocimiento de Juan, podemos responder a la pregunta de sus contemporáneos: «¿Qué será este niño?» (Lc 1,66).

Todos nosotros, por el bautismo, hemos sido elegidos y enviados a dar testimonio del Señor. En un ambiente de indiferencia, san Juan es modelo y ayuda para nosotros; san Agustín nos dice: «Admira a Juan cuanto te sea posible, pues lo que admiras aprovecha a Cristo. Aprovecha a Cristo, repito, no porqué tú le ofrezcas algo a Él, sino para progresar tú en Él». En Juan, sus actitudes de Precursor, manifestadas en su oración atenta al Espíritu, en su fortaleza y su humildad, nos ayudan a abrir horizontes nuevos de santidad para nosotros y para nuestros hermanos.

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Misión del cristiano. Facilitar a las personas el encuentro con Cristo

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LA MISIÓN DEL CRISTIANO, COMO LA DE SAN JUAN, ES FACILITAR A LAS PERSONAS EL ENCUENTRO CON CRISTO

Por Gabriel González del Estal

1.- Escribió en una tablilla: “Juan es su nombre”. En el mundo judío el nombre de una persona quería indicar el destino y la misión con la que esa persona había venido al mundo. Todas las personas, pensaban, somos enviadas al mundo por Dios con una misión. No nacemos para nada, nacemos para cumplir la misión que Dios nos ha encomendado. En este sentido, podemos decir que nuestra misión es nuestra vocación: Dios nos ha llamado a la vida para cumplir una misión determinada. Todos tenemos vocación para algo; todos estamos llamados a la vida para algo. En el caso de la fiesta que hoy celebramos el nombre de Juan se refiere a la misericordia de Dios con Zacarías e Isabel, al concederles el favor de engendrar un niño cuando ellos ya eran ancianos. El nombre de Juan significa: Dios ha mostrado su favor, Dios es misericordioso, Dios se ha apiadado. Como sabemos, la misión de Juan, su vocación, fue la de ser precursor de Jesús, del Mesías, y Juan Bautista cumplió su misión con fidelidad y entrega, fue fiel a la vocación que Dios le había dado. El ejemplo de San Juan Bautista, desde su nacimiento hasta su muerte, debe incitarnos a nosotros a descubrir nuestra vocación y a ser fieles a ella. En nuestro caso, nuestros nombres no han querido indicar, en su origen, la misión o la vocación con la que Dios nos ha traído al mundo. Generalmente, a muchos de nosotros nos eligieron nuestro nombre por motivos familiares, o por el santo del día. Pero todos nosotros hemos nacido con una misión bajo el brazo. Descubrir esta misión desde pequeños es una tarea importantísima para el futuro desarrollo de nuestra personalidad. Y más importante aún es ser fieles a la misión o vocación que con la que Dios nos ha traído al mundo. No es necesario pensar que nuestra misión tenga que ser algo grandioso o socialmente importante, es suficiente con que sea importante para nosotros y buena para los demás. Todos estamos llamados a colaborar en la construcción de una sociedad más justa y más buena; esa ya es una misión digna e importantísima, esforcémonos en ser fieles a ella. Tratando de imitar a san Juan Bautista, todos los cristianos nacemos con la misión de facilitar a los demás el acceso a Cristo. Ser pregoneros, mensajeros, catequistas de la vida y evangelio de Jesús. Esta será una buena manera de celebrar con dignidad la fiesta de la natividad de San Juan Bautista.

2.- El Señor me llamó; en las entrañas maternas pronunció mi nombre. Este texto pertenece al segundo canto del profeta Isaías sobre el “Siervo de Yahveh”. Aunque los que se dedican a estudiar estos temas no acaban de ponerse de acuerdo sobre la identificación del “Siervo de Yahveh”, nosotros, los cristianos, hemos querido ver reflejada en este canto la figura de Jesús de Nazaret. Él fue el que, fiel a la misión que el Padre le había encomendado, se convirtió en “luz de las naciones, para que la salvación de Dios alcanzara hasta el confín de la tierra”. Aquí vemos cómo ya, en tiempos del profeta Isaías, se hablaba de la salvación de Dios no sólo para el pueblo de Israel, sino para todo el mundo. Nuestra religión es católica, universal, y nuestra misión, nuestra vocación, es ser mensajeros de la universalidad de la misericordia y del amor de Dios para todas las personas. Para eso pronunció el Señor nuestro nombre cuando aún estábamos en las entrañas maternas: para predicar, con nuestra palabra y con nuestro ejemplo, el evangelio de una salvación católica y universal, el evangelio de Jesús de Nazaret.

3.- Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión. Como del bautismo de Juan ya hemos hablado en otros momentos del calendario litúrgico, bástenos ahora animarnos mutuamente a llevar a cabo la perfección de nuestro bautismo, un bautismo que no fue sólo de conversión, sino de gracia y de Espíritu Santo.

LECTURA BREVE Mi 6, 8


LECTURA BREVE   Mi 6, 8

Se te ha dado a conocer, oh hombre, lo que es bueno, lo que Dios desea de ti: simplemente que practiques la justicia, que ames la misericordia, y que camines humildemente con tu Dios.

sábado, 23 de junio de 2018

Santo Evangelio 23 de junio 2018


Día litúrgico: Sábado XI del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mt 6,24-34): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida? 

»Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal».


«Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura»

P. Jacques PHILIPPE 
(Cordes sur Ciel, Francia)

Hoy el Evangelio habla claramente de vivir el “momento presente”: no darle vueltas al pasado, sino abandonarse en Dios y su misericordia. No atormentarse por el mañana, sino confiarlo a su providencia. Santa Teresita del Niño Jesús afirmaba: «Sólo me guía el abandono, ¡no tengo otra brújula!».

La preocupación jamás ha resuelto ningún problema. Lo que resuelve problemas es la confianza, la fe. «Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?» (Mt 6,30), dice Jesús.

La vida no es por sí misma demasiado problemática, es el hombre quien carece de fe… La existencia no siempre es fácil. A veces es pesada; con frecuencia nos sentimos heridos y escandalizados por lo que sucede en nuestra vida o en la de los demás. Pero afrontemos todo esto con fe e intentemos vivir, día tras día, con la confianza en que Dios cumplirá sus promesas. La fe nos llevará a la salvación. 

«No os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal» (Mt 6,34). ¿Qué quiere decir esto? Hoy, busca vivir de manera justa, según la lógica del Reino, en la confianza, la sencillez, la búsqueda de Dios, el abandono. Y Dios se ocupará del resto…

Día a día. Es muy importante. Lo que nos agota a menudo son todas esas vueltas al pasado y el miedo al futuro; mientras que cuando vivimos en el momento presente, de manera misteriosa, encontramos la fuerza. Lo que tengo que vivir hoy, tengo la gracia para vivirlo. Si mañana debo hacer frente a situaciones más difíciles, Dios incrementará su gracia. La gracia de Dios se da al momento, día a día. Vivir el momento presente supone aceptar la debilidad: renunciar a rehacer el pasado o dominar el futuro, contentarse con el presente.

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Como busca la luz


Como busca la luz

P. Antonio Márquez Fernández, S.D.B.



Como busca la luz la flor del huerto,
como marcha a la mar, festivo, el río,
como ansía del verde praderío
la yerba el hato con instinto cierto;

como está el corazón por siempre abierto
al suave amor y como sin desvío
el dardo vuela al blanco y del rocío
la perla en la hoja ve su dulce puerto;

como la noche lóbrega la estrella
aguarda y tal la gaya primavera
sueña el invierno, padre en hielos fríos,

así mi entreña te desea, bella
flor de mi vida y encendida hoguera
de blanco amor de los rigores míos.



LECTURA BREVE Rm 3, 21-22a


LECTURA BREVE   Rm 3, 21-22a

Ahora, sin la ley, la justicia de Dios se ha manifestado, recibiendo testimonio de la ley y de los profetas; justicia de Dios por la fe en Jesucristo para todos los que creen en él.

viernes, 22 de junio de 2018

Santo Evangelio 22 de junio 2018


Día litúrgico: Viernes XI del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 6,19-23): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón. 

»La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!».


«Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben»

Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés 
(Tarragona, España)

Hoy, el Señor nos dice que «la lámpara del cuerpo es el ojo» (Mt 6,22). Santo Tomás de Aquino entiende que con esto —al hablar del ojo— Jesús se refiere a la intención del hombre. Cuando la intención es recta, lúcida, encaminada a Dios, todas nuestras acciones son brillantes, resplandecientes; pero cuando la intención no es recta, ¡que grande es la oscuridad! (cf. Mt 6, 23).

Nuestra intención puede ser poco recta por malicia, por maldad, pero más frecuentemente lo es por falta de sensatez. Vivimos como si hubiésemos venido al mundo para amontonar riquezas y no tenemos en la cabeza ningún otro pensamiento. Ganar dinero, comprar, disponer, tener. Queremos despertar la admiración de los otros o tal vez la envidia. Nos engañamos, sufrimos, nos cargamos de preocupaciones y de disgustos y no encontramos la felicidad que deseamos. Jesús nos hace otra propuesta: «Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben» (Mt 6,20). El cielo es el granero de las buenas acciones, esto sí que es un tesoro para siempre.

Seamos sinceros con nosotros mismos, ¿en qué empleamos nuestros esfuerzos, cuáles son nuestros afanes? Ciertamente, es propio del buen cristiano estudiar y trabajar honradamente para abrirse paso en el mundo, para sacar adelante la familia, asegurar el futuro de los suyos y la tranquilidad de la vejez, trabajar también por el deseo de ayudar a los otros... Sí, todo esto es propio de un buen cristiano. Pero si aquello que tú buscas es tener más y más, poniendo el corazón en estas riquezas, olvidándote de las buenas acciones, olvidándote de que en este mundo estamos de paso, que nuestra vida es una sombra que pasa, ¿no es cierto que —entonces— tenemos el ojo oscurecido? Y si el sentido común se enturbia, «¡qué oscuridad habrá!» (Mt 6,23).

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