lunes, 9 de septiembre de 2013





El Avemaría… desde tu Corazón, Madre.

Susana Ratero


“Dios te salve, María, llena eres de gracia”… murmuro en el banco de mi Parroquia, siguiendo a las señoras que rezan el Santo Rosario….
Tantas veces he repetido la misma oración, tantas… como compañera de penas y alegrías, llenando las soledades del alma y compartiendo también la risa…
Bellas palabras, dulces palabras, pensar que a veces, por repetirlas apurada, no alcanzo a gustar su perfume y suavidad….

- Madre ¿puedo preguntarte algo?- y mi corazón se hace pequeñito bajo tu manto en la imagen de Nuestra Señora de Luján.

- Lo que quieras hija. Como tu mama que soy, mi alegría es aconsejarte y guiarte.

- María ¿Qué sucede en tu corazón cada vez que tus hijos decimos el Avemaría?

Pareciera que hasta mi ángel guardián dejó de batir sus alas para escuchar. Mi corazón también se quedó asombrado ante mi propia pregunta. Y tu silencio perfumó el aire y todos los santos del cielo y la corte celestial se preparó a oír tu respuesta….

Y yo estoy allí. En medio de todos y me siento muy pequeña, pero muy amada… muy pecadora, pero inundada de la Divina Misericordia ….

Y tus palabras tienen la fuerza para llenar no sólo mi vida, sino también la eternidad…

- Hija, El Avemaría comienza con la salutación angélica…”Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo (Lc1,28)”… Piensa, considera esas palabras… fueron dichas de parte de Dios por uno de los primeros príncipes de la milicia celestial, el Ángel Gabriel. Su fin era la Encarnación de la Sabiduría Eterna. Por ellas Dios se hizo hombre y yo, una Virgen, soy la Madre de Dios. Cada vez que escucho estas palabras, querida mía, siento en mi Corazón renovarse la alegría de aquel día, siento nuevamente el perfume del Ángel y mi gozo es inmenso al recordar el momento en que la inmensidad de la Eterna Sabiduría hizo su cuna en mi vientre y en mi corazón. 

Todas las palabras del mundo no alcanzan a expresar ni el más pequeño de mis suspiros. Por ello, hija mía, cuando repites el saludo del Ángel, no creas que estás sola, pues toda la Corte Celestial me vuelve a saludar….

El silencio ha huido del recinto de la parroquia, el cual se halla inundado del batir de alas de Ángeles que vuelven a decir en celestial armonía “Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo”… Y me siento demasiado pequeña, pero también me siento demasiado amada…. Demasiado amada como para sentirme pequeña.

Y me llevas de la mano a visitar a Isabel, y hasta el viento canta en tu honor su canción repetida…

Y me hallo diciendo a coro, con las señoras de la parroquia y con Isabel “Bendita eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre (Lc 1,42) Jesús”…

Y me miras feliz… feliz… Tu Corazón se explaya en palabras de alabanza y agradecimiento al Dios Altísimo y vuelves a cantar el Magníficat “Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador…(Lc 1,46-47)”

- Querida Mía, cada vez que repites el saludo que Isabel, llena del Espíritu Santo, me diera en aquel gozoso día, tus alabanzas las remito, gozosa, a Aquel que es causa de mi alegría. Oye, hija, oye con tu corazón como todo el cielo se regocija al ver a Jesús, mi amado Hijo, alabado y glorificado por haber salvado a los hombres…
Permaneces en silencio, junto a mi corazón, en el banco de la parroquia. Aun no ha terminado este Avemaría, el más profundo que haya dicho en mi vida… me pides que continúe.

Hasta imagino que toda la corte Celestial, que te cantaba alabanzas, está ahora en silencio para escuchar mi petición.
Y mi voz es apenas un susurro:

- Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora…

Y vuelven a mi corazón las palabras de aquel pequeño librito (*)”Virgen María, rosa de oro, toda suave y bella, ruego que lleguen a ti mis oraciones, que elevo con insistencia. Por medio de ellas yo golpeo a la puerta de tu morada en la casa del Señor, confiado en tu generosa misericordia ahora y en cualquier momento de tribulación, porque eres Madre de la misericordia y a través de ti el pecador alcanza la más grande esperanza de perdón.”

Tu mirada piadosa, serena y dulce es un bálsamo a mi corazón… continúo, de tu mano, Madre….

- y en la hora de nuestra muerte. Amén.

- Hija, te explicaré esta última frase del Avemaría. A mis fieles servidores, a mis devotos, en los últimos instantes de su vida, me acercaré y tomándole entre mis brazos, rogaré por él a mi Hijo con estas palabras:”Amorosísimo hijo mío, ten piedad de tu siervo que me ama y me alaba, como tu mismo has visto y conoces. Los santos ángeles me anunciaban los frecuentes saludos que brotaban con devoción de sus labios al recordar mis gozos…Él no se alejó nunca de nosotros sin darnos un beso de amor y se ha compadecido de mis lágrimas. Concédele hallar misericordia ante Ti. Te suplico fuertemente en su favor junto con todos tus ángeles y santos”(*)

Las señoras de la parroquia han terminado el Rosario y se van retirando una a una. La luz de la mañana y el perfume del jardín entran por las puertas y ventanas abiertas. Pero ahora siento que hay otras puertas abiertas que se están llenando del más exquisito perfume. Son las puertas de mi corazón….

¡Que grande es la excelencia del Avemaría! ¡Cuantas cosas pasan en tu Corazón, Madre mía, al repetir unas palabras que vienen de Dios!!!

¡¡¡Pensar que muchas veces sentí que lo rezaba sola!!¡¡¡Que equivocada estaba, pues toda la corte celestial rezaba conmigo y tu Corazón, Madre, se enternecía de purísimos gozos!!!

- Madre, Madre mía…. –y las palabras se retiran una a una y se inclinan reverentes ante la Madre-Te amo, te amo y quisiera amarte con toda la capacidad de mi corazón…Pero...-y mis ojos buscan el suelo, pero tu mirada los rescata y los guía- muchas veces pasan por mi cabeza mil pensamientos cuando rezo, y me esfuerzo para ahuyentarlos. Algunas veces lo logro, otras no…Te confieso Madre, que nunca creo haber rezado un solo Avemaría sin alguna distracción, y eso me entristece.

- Hija, hija mía, no sientas pena. Verás, para que te quedes tranquila te diré que yo conozco la intención que tienes al comenzar la oración y también conozco tus luchas y esfuerzos por ahuyentar los pensamientos que van y vienen. No te desanimes por las distracciones involuntarias, que son propias de tu naturaleza, solo aléjate de las distracciones voluntarias al rezar…. Además, debes saber, que cuanto más esfuerzo haces por ahuyentar tus pensamientos y concentrarte, más meritorio es tu Avemaría…. Así que, hija, sigue regalándome tus Avemarías, aunque sientas que tu cabecita quiere volar por otros temas, no te desanimes, que tu esfuerzo perfuma tu oración.

En mi alma, llena de amor y de asombro, nace una palabra:”Gracias”, gracias Padre, por darnos a María, gracias Jesús, por darnos a tu Mamá para que sea nuestra mamá, gracias Madrecita por contarme estos secretos tan hermosos que son luz para mi alma…

Hermano mío que lees estas líneas ¿Me acompañas a rezar un Avemaría?

(*)Imitación de María, Tomás de Kempis
otras frases han sido tomadas de los escritos de Grignion de Montfort

Fuente:  autorescatolicos.org

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